Tom Vaughan dirige a Brendan Fraser, Harrison Ford y Keri Russell en ‘Medidas extraordinarias’ (‘Extraordinary Measures’), una historia inspirada en hechos reales y en el artículo y el libro que surgieron posteriormente de ellos. Un matrimonio con hijos aquejados del síndrome de Pompe dedicará sus vidas a buscar un remedio contra esta enfermedad.
Creeríamos hallarnos ante un calco de ‘El aceite de la vida’ (‘Lorenzo’s Oil’, 1992), pero el desarrollo diverge cuando las dificultades que encuentran los padres para lograr el medicamento que salve a sus hijos son la falta de fondos para la investigación. El padre abandona su empleo y funda una empresa farmacéutica junto con un científico, con el fin de obtener inversiones privadas que permitan llegar a la extracción de una enzima absorbible por las células de los enfermos. Así, podría haberse tratado de un film sobre emprendedores empresarios y sobre los obstáculos que les sobrevendrían en cualquier sector industrial, con el añadido que supone una motivación tan cercana y personal.
En este sentido, cabría una cinta al estilo Michael Moore, que criticase la necesidad de financiación privada para la investigación sobre fármacos imprescindibles para la supervivencia de algunos pacientes. Es necesario convencer a los inversores de que se podrá sacar mucho beneficio con la venta del medicamento a los enfermos para que dediquen capital a la investigación. La vida sólo vale algo si vale dinero. Visto desde Europa, nos suena aterrador. No obstante, no es por ahí por donde va la película, que parece conforme y hasta contenta con esa forma de funcionar. Ni se plantea la implicación de la sanidad pública en esta financiación.
Mostrar, aunque no sea su intención, la cara más fea al capitalismo distingue a ‘Medidas extraordinarias’ del film de George Miller, como decíamos. En contrapartida, se trata de una película menos épica, en la que la implicación de los padres parece menos directa —no tenemos a una heroína como fue Michaela Odone— y donde el protagonismo de los niños es menor. Su participación es importante para que se vea la cara humana de los objetivos que se persiguen y que, con ello, aumente la implicación emocional del espectador, que también se refuerza cuando Vaughan y la veterana Anne V. Coates no sufren rubor al remarcar lo necesario para que el sentimiento se produzca. Por ejemplo, la vela con la que la niña acaba de celebrar su octavo cumpleaños, enfocada en primer plano sobre una foto de ella, después de que se haya leído la frase de que los pacientes tienen una esperanza de vida de nueve años.
Sin innovaciones ni estridencias, ‘Medidas extraordinarias’ cuenta con todos los elementos que necesita en una realización clásica y eficaz, con una producción elegante y bien llevada, que la aleja del telefilm que podría ser por su tema de partida.
El personaje excéntrico de Harrison Ford es difícil de creer. Si bien era interesante mostrarlo como alguien no convencional, su retrato es burdo y poco consistente. Se intenta mostrar como un ser antisocial, cuando su trato es muy cariñoso y lo único que lo aleja de la norma son sus vaqueros de tiro alto y el rock que disfruta escuchando. Brendan Fraser actúa con la misma filosofía con la que se han incluido planos como el que mencionaba: recalca todos sus gestos de forma muy exagerada y no deja un primer plano sin incluir una mueca —hasta en el cartel tiene el gesto torcido como si estuviese en una de sus comedias—. Keri Russell es muy adecuada para el papel, con su cara de mujer resignada y típica ama de casa norteamericana, pero quizá demasiado, ya que no puede demostrar el más mínimo carisma. A pesar de estos retratos, se nos vincula certeramente con estos tres luchadores porque su causa es más que comprensible. El personaje de la niña es el más poderoso y quien más contribuye a esta empatía que no deja de sentirse en ningún minuto del film.
Como en las otras dos películas que he comentado de las que se estrenan esta semana, ‘Medidas extraordinarias’ lo da todo para lograr que el espectador expulse una lagrimita y salga tocado por la historia. Y, cómo no, lo consigue.