Como estaba previsto, el re-estreno con el aliciente del 3D no hace más que confirmar que, “Scar“, se suma al grupo de títulos que no tienen nada que aportar a la renovada tecnología, usándola, únicamente, como reclamo publicitario.
Joan Burrows (Angela Bettis) es una persona herida, física y psicológicamente, debido a un tremendo ataque que sufriera cuando fuera adolescente, siendo retenida, junto con una amiga por el director del depósito de cadáveres, Bishop (Ben Cotton), quien asesina a su amiga previa decisión, brutalmente coaccionada, de Joan. Alrededor de 20 años después, Joan regresa a su pueblo, donde siguen viviendo su hermano con la hija de este, Olympia (Kirby Bliss Blanton). Misteriosamente los asesinatos vuelven a comenzar…
Nuevo título del género que parece está cobrando nuevos adeptos entre guionistas, el cut and paste, así se llama en términos musicales a agarra samples de aquí y allá para formar un “nuevo” producto. Desde “Haloween” hasta “Scream“, pasando por “He Knows You’re Alone“, “The Prowler” o “Friday the 13th” la lista de películas de las que copia Zack Ford, el guionista en cuestión, es larga, muy larga. Lo triste es que ni siquiera plagia para mejorar, tan sólo para repetir los mismos clichés, restando gore y humor, porque de lo primero tampoco es que tenga secuencias interesantes y de lo segundo carece por completo.
Ni la presencia de Angela Bettis, quien algunos recodarán de la entrañable “May“, ni el interesante tratamiento fotográfico de Toshiaki Ozawa, ni los intentos estilísticos de Jed Weintrob —que los tiene—, son suficientes para recomendar el visitando de la cinta. Ni siquiera resultará entretenida la clásica especulación acerca del “who did it”, que parece basarse en las técnicas de despiste de audiencia utilizados en “Murder, She Wrote” que inculpan de cualquier manera a todos y casi cada uno de los personajes.
Quizás hay un momento interesante, más espeluznante, desde luego, que cualquiera de los crímenes que se cometen, me refiero al momento en que Joan regresa a la casa donde fuera torturada por Bishop, encontrándose allí a un grupo de fanáticos —nunca mejor empleado el término—, que veneran el recuerdo de tan sanguinario carnicero. Un momento tan terrorífico como divertido, pero cuya fuerza se dispersa, como la misma rapidez que el agua en un vaso al romperse, al no tener ningún otro momento que compense y apoye la leve crítica a la sociedad americana, tan absorbida por la mediatización que es capaz de encumbrar al nivel de las estrellas del pop a sus asesinos en serie.
Quizás hubieran debido ver antes “Copycat” —algo que definitivamente también han hecho—, para comprobar que el que copia con estilo, también convence mejor.