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16 de marzo de 2011

“The Resident”, si Terence Fisher levantara la cabeza…

Cuando conocimos las primeras noticias sobre “The Resident”, los fans del cine de terror tenían principalmente un aliciente para verla, aparte de que Hilary Swank era la protagonista: esta producción suponía el resurgir de una de las productoras más míticas y emblemáticas del género, la británica Hammer. En los años 60, bajo el sello de este estudio, se dieron algunas de las mejores películas de terror que se han hecho, aportando un nuevo punto de vista sobre cómo hacer pasar miedo a los espectadores, y sobre todo viviendo una época dorada con ello.

Sin embargo, todo lo que sube, baja y la Hammer tuvo que tomarse un receso que ha durado unos cuantos años y que termina este 2011 con el estreno de “The Resident”. Qué lástima, una película que pasaría a la historia de la productora como su vuelta al cine, su resurgir como gran estudio, y que se haya quedado en ese subproducto lleno de clichés que no emociona a nadie. Parece que a la Hammer ya no les interesa el terror, puesto que en su última película no hay nada de él en ninguna de las escenas, ni siquiera una pequeña intención de conseguir asustar al público: el resultado es el típico thriller de una mujer acosada que hemos visto millones de veces. Lo peor no es que no sea nada nuevo en absoluto, sino que estas películas suelen ir al mercado doméstico o televisivo directamente y ahora nos la quieren vender como una obra cinematográfica. Si cuela… eso que se llevan.

Pero no cuela y lo peor de todo es que según pasan los minutos cada vez aumenta más la indignación, la incoherencia y la sensación de que la película está hecha para reírse del público, tomándonos por ignorantes. Aunque se hubiese ideado de esta manera, con un tono paródico del género, tampoco pasaría el corte porque ni siquiera vale para eso. Es verdaderamente lamentable comprobar que tanto el director como los actores se toman la obra en serio, cuando no se puede sacar nada de ella. Sinceramente no sé en qué estaba pensando Hilary Swank cuando aceptó el papel, y además aparece como productora ejecutiva.

En cuanto al director, Antti J. Jokinen, esta es su primera incursión en el cine después de una extensa carrera en el mundo del videoclip, la cantera de los actuales realizadores. Su aportación no es especialmente reseñable ya que pasa sin pena ni gloria por la película, limitándose a mostrarnos lo que sucede en las distintas escenas sin aportar nada nuevo, sin intentar lavar la imagen de un producto que por otra parte no tiene nada de novedoso, que se nutre de los mil y una veces utilizados clichés y que dan como resultado un corta y pega de otras tantas películas que ya hemos visto.

El reparto, pese a contar con una protagonista como Swank y secundarios como el mismísimo Christopher Lee, están completamente desperdiciados. Todos ellos se ven inmersos en la lamentable mediocridad de todo el discurso, sin que puedan demostrar ni podamos apreciar un mínimo de todo su potencial. Podríamos asemejar el pésimo guión con un agujero negro que engulle todo, que absorbe cualquier atisbo de algo interesante que pudiera aparecer en pantalla.

Sinceramente, he de reconocer que esta es de las peores películas que se han hecho en estos últimos años, y eso que desgraciadamente en este grupo podrían entrar unas cuantas. Sin embargo, es tan previsible, tiene unos errores tan monumentales y evidentes, y simplemente es tan, tan mala, que la hora y media que tiene de metraje no sólo es una pérdida de tiempo, sino que se convierte en un auténtico suplicio: nada funciona, nada atrae. Todo ello nos lleva a cuestionarnos sobre lo injusto de la vida porque unas personas ganen dinero realizando semejante desfachatez.