Y el fin de la saga ha llegado. Para muchos será una triste noticia mientras que para tantos otros será todo un alivio, pero lo que está claro es que una franquicia como la de Harry Potter no deja indiferente a nadie. Los números hablan por sí solos: diez años, ochos películas y cuatro directores para dar lugar a la saga más rentable de la historia del cine, recaudando miles y miles de millones de dólares en todo el mundo durante estos años. Pero como decía aquel ‘todo lo que tiene un principio tiene un final’ y este 2011 supone el del famoso mago.
David Yates no tenía una tarea nada fácil, puesto que tenía a sus espaldas cerrar toda esa enorme saga que tanto ha emocionado a tantos millones de personas. Tenía que conseguir un final adecuado para todo ello, un elemento clave en cualquier película puesto que los finales suponen las imágenes más frescas que se quedan en nuestra memoria cuando terminamos de ver una cinta, y esta vez no sólo tenía que ser el de una sino el de ocho. Pero hay que decir que pasa el corte, y con nota.
La película es todo un juego de emociones, de altibajos, de ritmo frenético y de espectaculares momentos tan bien elaborados (en su origen) que no dejan un momento de respiro. Desde el primer minuto, desde el primer plano prácticamente a continuación de cuando terminaba su predecesora, ya parece que no hay vuelta atrás: si entras en el juego de la película te atrapa y no te suelta hasta el final, dando como resultado una historia muy entretenida que, lo mejor de todo, no cae en errores de las anteriores.
Reconozco que no estoy familiarizado con la historia del joven mago y no sólo eso: salvo la tercera parte, no he disfrutado de ninguna de las anteriores cintas que se han realizado. Creo que la historia tiene muchas posibilidades pero que se desperdicia por enfocarse demasiado en un público más infantil, por intentar satisfacer los gustos de estos espectadores dejando de lado a los demás, al menos en ciertos momentos. Pero en “Harry Potter and the Deathly Hallows: Part II” no ocurre nada de eso: aquí no hay lugar para medias tintas sino que se pone toda la carne en el asador, el espectador va descubriendo elementos oscuros y más maduros de la historia y no queda otra que vivir o morir.
A nivel de intérpretes también está más allá de sus predecesoras, especialmente en cuanto al trío protagonista que tanto me disgustó en “Harry Potter and the Deathly Hallows: Part I”. Tanto Daniel Radcliffe como Emma Watson y Rupert Grint han ascendido un escalón en su nivel de calidad interpretativa ya que parecen haberse dado cuenta de que no todo es tener una cara bonita (o un parecido físico con los personajes), sino que también hay que sacarlo de dentro y sentirse absorbido por la historia, como le ocurre al espectador. Caso aparte es Ralph Fiennes que parece disfrutar de lo lindo de los papeles de villano y de Lord Voldemort en concreto, aunque el protagonismo absoluto recae en Helena Bonham Carter que cada vez que aparece en pantalla no sabemos qué esperar de ella, tan impredecible como su personaje.
Pero antes hablaba de que todos los logros de la película, todos los grandes momentos y especialmente la historia que evoluciona a cotas más maduras se debía a la obra original. O eso me imagino, puesto que trabajo de David Yates no es. Es inevitable preguntarse que podría haber sido de este díptico final si lo hubiera realizado un director realmente interesante, si le hubieran dado otra oportunidad a Alfonso Cuarón por ejemplo, que nos brindó la mejor película de la saga. Estoy seguro de que el resultado habría sido una obra mucho mejor, más profunda, incidiendo en puntos realmente interesantes que en esta a veces se tocan de soslayo y sobre todo dando la importancia que se merece a las escenas realmente importantes, como alguna de las muertes de personajes importantes (no voy a decir de quién). Digamos que se ha tomado tan en serio lo de mantener el ritmo durante todo el metraje que tampoco ha querido crear demasiados momentos que destacaran, aunque lo merecieran, para no trastocar su idea.
A este respecto cabe subrayar que lo peor de la cinta, sin duda, es el final. Después de todo lo que les ha ocurrido a los personajes durante estos años, con todos los millones de fans que guardarán esa última imagen en sus retinas, tampoco resulta ser nada grandioso y remarcable, como si fuese el final de cualquiera de las otras cintas. Ahí creo que Yates no se tomó en serio la importancia de todo el material que tenía entre manos ya que, guste o no, ha sido uno de los acontecimientos más importantes de la industria estos últimos años y todavía pasarán otros tantos donde se siga hablando de la saga del rentable Harry Potter.
Por cierto, sinceramente creo que aunque la película se pueda ver en 3D, no estaba pensada para verse así puesto que no aporta nada más a la cinta salvo incomodar a los espectadores con unas gafas y perder calidad de imagen. Advertidos quedas.