Un psiquiátrico abandonada donde dicen que por la noche se escuchan ruidos raros, risas y los objetos se mueven solos. Un grupo de investigadores que se encierran una noche para comprobarlo, con las últimas herramientas en el estudio de actividades paranormales. Cámaras subjetivas que se alternan con otras fijas, oscuridad total salvo por linternas o focos y hora y media para ver qué sucede con todos ellos.
Mil veces hemos visto ya estas técnicas en películas de terror, y también el mismo argumento, desde que en 1999 dos estudiantes nos colaran a todos “The Blair Witch Project” como una historia real. La desinformación que se vivió en aquel momento con esta película dio lugar a que se convirtiera en un mito y, 12 años después, que haya creado un estilo muy característico dentro del cine de terror, del que tanto están tirando actualmente los cineastas que pretenden que pasemos miedo en una sala.
Sin embargo, al igual que pasó con la cinta del 99, muchas de las que vinieron después sólo han conseguido desperdiciar la empatía automática que produce la técnica de la cámara subjetiva, aunque afortunadamente también hay excepciones. Y creo que “Grave Encounters” es una de ellas.
Desde el primer momento juega con la idea de que lo que vamos a ver en la película es completamente real, que es un cinta que fue enviada a la productora y demás. Desgraciadamente, y no creo que les fastidie a nadie sorpresa puesto que sólo hace falta consultar su ficha en iMDb, todo es falso. Se trata de una película que se hace pasar por un mockumentary cuando no lo es, jugando de nuevo con la verosimilitud de todo lo que vemos en pantalla. Y aunque el planteamiento inicial se basa en esta idea, que continua durante todo el metraje, es prácticamente imposible que el espectador caiga en ese juego.
A pesar de esto, que el espectador sepa en todo momento que lo que ve no ha sucedido realmente tal y como lo cuentan, no es óbice para que nos introduzcamos en la situación. El efecto hipnótico que produce la sala oscura ayudado por los planos subjetivos son un recurso que The Vicious Brothers se encargan de explotar perfectamente. Así que, pese al rechazo inicial por la propuesta, es inevitable que nos haga sentir que estamos con los protagonistas viviendo su misma situación, perdidos en ese psiquiátrico que no promete nada bueno.
Lamentablemente a esta situación inicial ayudan mucho las interpretaciones del reparto. Un punto clave que tendría que tener cualquier película que se presenta como una historia real y natural es que las interpretaciones estén acorde con la propuesta, y también sean realistas. Esta vez no es, ni de lejos, nada así, ya que las actuaciones del reparto son tremendamente malas que no ayudan en nada a que el espectador termine de sumergirse en la película.
Afortunadamente, el trabajo de The Vicious Brothers en las demás materias es muy efectivo y eso se traduce en la sensación de ansiedad y desesperación que el espectador experimenta durante casi todo el metraje. Aunque la historia esté poblada de clichés, con la típica introducción donde los personajes hacen tomas falsas y parecen divertirse con lo que les va a ocurrir, la película luego aporta algo más que la hace mejor que las demás.
Creo que uno de los puntos interesantes que tiene la cinta y consigue este efecto es el exagerado pero efectivo estiramiento del tempo narrativo. En las escenas donde es inevitable pensar que si algo va a ocurrir, ocurrirá, se alarga ese susto final que hace que el espectador salte de la butaca pero que a la vez sienta un alivio interior al conocer que el susto ya ha pasado. Esta vez, ese tipo de secuencias son largas, muy largas, que no hacen más que aumentar el dramatismo y la desesperación que sentimos por que concluya con el consecuente efectivismo.
Además de esto la película juega mucho con la sensación de claustrofobia que experimentan los personajes. Como ya sucedió en “Buried”, el espectador sabe que está encerrado y que no hay manera de salir, aparte de que muchos de los planos y situaciones se producen en estrechos pasillos o pequeñas habitaciones, donde un giro de cámara puede ser fatal. Mientras que en la película de Rodrigo Cortés todo esto estaba al servicio del drama y el suspense, aquí se utiliza para que el espectador no sepa por dónde pueden venir los sustos, dónde estará el siguiente peligro.
Podría enumerar las numerosas referencias que tiene esta película de obras anteriores, muy similares en la forma pero muy distintas en el resultado final. He de reconocer que hacía tiempo que no lo pasaba tan bien (o mal) viendo una película de terror, pero “Grave Encounters” lo ha conseguido. Puede que pase sin pena ni gloria por el circuito comercial pero desde luego es una cinta que hay que tener en cuenta dentro del género y, tal y como están ahora las películas de terror, eso es doblemente remarcable.