Esta aventura, que puede verse en 3D, cuenta con espectaculares imágenes animadas, entre las que destacan los paisajes de las islas nórdicas y los diseños de los —casi siempre coloridos — dragones. La animación del agua, que es el elemento más difícil de reproducir, está muy conseguida, así como la de algunas texturas, léanse las barbas de los vikingos o el fuego de las explosiones. La tercera dimensión, para quien quiera pagar el extra de las gafas, supone una aportación simpática, que hará más emocionantes o bellas algunas de las escenas, como el viaje por las escamas del gran dragón o la caída de la ceniza.
Como decia sobre ‘Lluvia de albóndigas’, este film parte de elementos convencionales: un chavalín diferente a todos, a quien su padre no acepta por no ser tan macho como él, se empeña en convertirse en un héroe para su comunidad y en impresionar a una chica. Imagino que incluso los niños a quienes van dirigidas este tipo de películas, que han dispuesto de menos tiempo de ver cine que nosotros, ya han tenido su buena dosis de planteamientos como éste. A esto hay que sumar lo que supone, en mi opinión, el mayor fallo: un título que nos adelanta lo que no ocurrirá hasta el minuto cuarenta, con lo que todo lo anterior pierde la validez que tendría si aún no supiésemos qué sorpresa nos van a dar.
A pesar de lo dicho, el inicio no deja de disfrutarse, pues la gracia de los monstruitos nos hace poner cara de embeleso con cada uno de sus mohines. A partir de ahí, la historia avanza con un ritmo ágil, presentando siempre escenas que aportan algo al desarrollo. Los vuelos por entre las escarpadas rocas o a ras de mar nos hacen envidiar ese mundo que quizá sólo es paradisíaco a simple vista, y las batallas, cargadas de acción, se muestran entretenidas. John Powell lo acompaña todo de una banda sonora de fantasía heroica que redondea el sentido épico de la hazaña de Hipo.
El objetivo amoroso de Hipo, Astrid (en la fotografía inferior), es el personaje positivo de la película que menos simpático resulta. Es posible que su dobladora original, America Ferrera (‘Ugly Betty’), le aportase mayor encanto que la de la versión española. En inglés, Jay Baruchel (‘Undeclared’), dobla a Hipo, el protagonista, y Gerard Butler, a su padre: Estoico. Entre los restantes, me pareció una pena perderme a Christopher Mintz-Plasse y Jonah Hill (ambos de ‘Supersalidos’) interpretando a dos friquis, compañeros de escuela de matar dragones de Hipo y Astrid. Pero no por ello critico el doblaje de nuestro país, pues éste no presenta ningún problema al haber contado con dobladores profesionales en lugar de con famosos de la televisión. Estos secundarios suponenen casi la única fuente de humor en un film que no hace hincapié en la gracieta, como otros de la misma factoría. Y es que, lo siento, en esta película la chispa la aportan los dragones de todo tipo, muy por encima de cualquier ser humano.
‘Cómo entrenar a tu dragón’ cuenta con un menor despliegue imaginativo que ‘Cazadores de dragones’, pero con una mayor progresión argumental. Por ello, las dos películas podrían considerarse antes como complementarias que como optativas. Por continuar con las comparaciones, repetiría la de ‘Avatar’ que ha hice con aquel film, pero en este caso, no por los terrones de planeta colgantes, sino por el vuelo sobre dragones amaestrados. La música y algunos de los paisajes remitirían muy remotamente a ‘El señor de los añillos’. Pero la referencia más inmediata creo que es la de Vicky el vikingo, no sólo porque los personajes pertenezcan a la misma tribu, sino también porque los padres de ambos protagonistas son muy similares —cabezotas jefes de aldea, de barba pelirroja y tamaño de dos armarios empotrados— y porque el mérito de los niños en ambos casos está en preferir la astucia a la fuerza bruta.
En resumen, ‘Cómo entrenar a tu dragón’ es una divertida apuesta en 3-D, con diseños muy vistosos, y una narración que puede dejar un poso positivo.