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3 de mayo de 2011

'Thor', la todopoderosa Marvel

Todo parece estar claro en el gran plan urdido por la Marvel como productora cinematográfica. Cuando Ang Lee lo arriesgó todo ofreciendo una visión muy personal de Hulk —para el que suscribe una de las mejores películas de superhéroes que se han hecho—, muchos no supieron a qué atenerse. A pesar de que la película no fue ningún fracaso, el público en general no quedó demasiado contento con el resultado, quizá porque tenían que esforzarse en pensar, ejercicio menospreciado hoy día. A partir de la correcta ‘Iron Man’ (id, Jon Favreau, 2008), en la millonaria compañía se decidió tener el control absoluto sobre las futuras adpataciones de cualquiera de sus personajes. Así, con las miradas puestas en la próxima ‘The Avengers’ (Joss Whedon, 2012), todas las películas previas a ese megaproyecto están cortadas por el mismo patrón.

Se intentó rehacer en cierto modo a Hulk —a pesar de Edward Norton, un film muy aburrido obra del impersonal Louis Leterrier—, se repitió esquema en la segunda aventura de Tony Stark, con resultados prácticamente idénticos al primer film. Ahora con el Dios del trueno se ha hecho otro tanto de lo mismo, aun contando detrás de las cámaras con alguien de la talla de Kenneth Branagh, experto en Shakespeare, y director de grandes obras como ‘Mucho ruido y pocas nueces’ (‘Much Ado About Nothing’, 1993), ‘En lo más crudo del crudo invierno’ (‘In the Bleak Midwinter’, 1995) o ‘Trabajos de amor perdidos’ (‘Lover´s Labour´s Lost’, 2000), entre otras. Con la taquilla dándole la espalda desde la impresionante ‘Frankenstein’ (id, 1994), Branagh era sin duda el director adecuado para la adaptación sobre Thor. El resultado es otro producto made in Marvel en el que el director ha tenido que plegarse a las necesidades de la productora, aunque en algunos momentos ha logrado conservar algo de lo que le ha caracterizado como autor.

Para la trama de ‘Thor’ se han necesitado nada menos que cinco guionistas, dos de ellos —J. Michael Straczynski y Mark Protosevich—, autores de la historia, y los otros tres —Ashley Miller, Zack Stentz y Don Payne— del guión definitivo. Demasiadas mentes y manos para algo que después de visto no cubre las expectativas, resultando lo más flojo de la película. Evidentemente, estamos hablando de superhéroes, y la Marvel parece tener muy claro que en sus adaptaciones cinematográficas no habrá una profundidad que despiste al personal. Por la contra, tampoco hablamos de un film que trate al espectador como si fuera tonto, y ahí los productores han hecho muy bien al elegir a Kenneth Branagh como director, pues su sobrada valía detrás de la cámara le permiten llevar el barco a buen puerto, a uno en el que no hay que ser demasiado exigentes. Que todos esperábamos más por ser Branagh el director, por supuesto, pero si pensamos en la rentabilidad del producto, tal vez eso logre por fin brindarle a su realizador futuros proyectos en los que exponer sus inquietudes. Sólo nos queda saber si será como artesano fiel y eficiente, o como el pasional cineasta que ha demostrado ser.

Esa pasión se encuentra a ráfagas en esta amable ‘Thor’. Si acaso lo encontramos en sus primeros trepidantes veinte minutos, situados en Asgard, en los que da la sensación de que vamos a ver algo muy grande; en una secuencia entre Jane Foster (Natalie Portman) y Thor (Chris Hemsworth), aquella en la que el dios del trueno le explica a su nueva amiga mortal lo que parece un cuento de niños sobre constelaciones y reinos planetarios con total convicción —en ese instante justo, ella se enamora de él—, y sobre todo en un final que es puro Branagh, aquel en el que se vislumbra lo que esta película pudo haber sido. En ese pequeño y poderoso instante —para el que suscribe, uno de los mejore finales del cine reciente— Branagh respira libre, alentado quizá por ese sentimiento tan típicamente Shakesperiano, motor de todo su cine: el amor. El resto no posee la misma calidad que lo citado, y sin llegar a extremos bochornosos, reflejan a un gran director al que le han cortado las alas. Supeditado como nunca a los efectos digitales que todo parecen absorberlo, Branagh nos regala un Thor efectivo, entretenido, pero con muy pocas dosis de emoción, algo impensable en un director de su talla.

Que estamos ante la peor película de un cineasta con muy mala suerte es un hecho, a la vista está. Uno no termina de entender algunas de las decisiones de puesta en escena por parte de Branagh, a no ser, y me encantaría que hubiese sido así, que lo hiciese adrede, demostrando de esta forma que puede amoldarse a la industria y hacer un perfecto blockbuster del agrado de todo el mundo. Por supuesto esto tiene su precio, y hay que soportar entre otras cosas, que Branagh tuerza la cámara, presentando cada dos por tres planos inclinados de dudoso gusto, indignos de un director capaz de hacer auténticas maravillas con la cámara. Curiosamente, la acción situada en la Tierra parece distanciarse en forma y fondo a lo narrado en Asgard, que indudablemente posee más fuerza. Dos partes bien diferenciadas, una casi soporífera —ese humor chabacano y absurdo—, la otra más vibrante e interesante. Llaman la atención los decorados de Asgard, y sobre todo esa estridente fotografía de Haris Zambarloukos, que tal y como dice Diego Salgado en su análisis de la película, recuerda sospechosamente a ‘Flash Gordon’ (id, Mike Hodges, 1980), y también a la segunda trilogía de Star Wars, por los colorines.

Lo que sí me ha agradado es que Branagh haya sido capaz de convertir a Chris Hemsworth en un actor, pues su Thor posee el suficiente carisma y encanto como para no considerarlo uno de esos personajes planos que tanto abundan en este tipo de cine. Hemsworth pasa con nota el haber dado vida al dios del trueno —papel que repetirá en la citada ‘The Avengers‘—, y a su lado, sorprendentemente se empequeñecen intérpretes del calibre de Anthony Hopkins —una elección extraña, todo hay que decirlo—, René Russo —de adorno—, Stellan Skarsgård —algo desanimado—, y Natalie Portman, que increíblemente carga con un personaje casi innecesario, y cuya química con Hemsworth no es la necesaria. Ni siquiera la morbosa Kat Dennings anima la función, y sólo nos quedan los cameos de Samuel L Jackson —visto después de los largos títulos de crédito finales, cuando el 95% de los espectadores han abandonado la sala— y Jeremy Renner, que adelanta su participación en el film de Whedon. Un casi irreconocible Idris Elba, Clark Gregg, Colm Feore y Tom Hiddleston, en el papel del sustancioso Loki, parecen insuflar más vida a sus personajes que el resto de sus compañeros con la excepción de Hemsworth. De ese cuarteto de amiguetes de Thor prefiero no hablar, porque ahí la película sí que alcanza niveles ridículos, tanto en el diseño de roles como en las interpretaciones.

Menos mal que en su conjunto ‘Thor’ es una película aceptable. Podríamos haber pedido más, mucho más, pero también podríamos haber obtenido menos, muchísimo menos. Todo parece un aperitivo, disfrutable en su justa medida, antes de llegar al gran plato ya comentado, y sobre el que las expectativas están muy altas. El error ha sido enviar a Branagh a encargarse de un aperitivo que ya estaba precocinado en los despachos de la Marvel. Un autor de su impronta merecía más.

16 de marzo de 2011

“The Resident”, si Terence Fisher levantara la cabeza…

Cuando conocimos las primeras noticias sobre “The Resident”, los fans del cine de terror tenían principalmente un aliciente para verla, aparte de que Hilary Swank era la protagonista: esta producción suponía el resurgir de una de las productoras más míticas y emblemáticas del género, la británica Hammer. En los años 60, bajo el sello de este estudio, se dieron algunas de las mejores películas de terror que se han hecho, aportando un nuevo punto de vista sobre cómo hacer pasar miedo a los espectadores, y sobre todo viviendo una época dorada con ello.

Sin embargo, todo lo que sube, baja y la Hammer tuvo que tomarse un receso que ha durado unos cuantos años y que termina este 2011 con el estreno de “The Resident”. Qué lástima, una película que pasaría a la historia de la productora como su vuelta al cine, su resurgir como gran estudio, y que se haya quedado en ese subproducto lleno de clichés que no emociona a nadie. Parece que a la Hammer ya no les interesa el terror, puesto que en su última película no hay nada de él en ninguna de las escenas, ni siquiera una pequeña intención de conseguir asustar al público: el resultado es el típico thriller de una mujer acosada que hemos visto millones de veces. Lo peor no es que no sea nada nuevo en absoluto, sino que estas películas suelen ir al mercado doméstico o televisivo directamente y ahora nos la quieren vender como una obra cinematográfica. Si cuela… eso que se llevan.

Pero no cuela y lo peor de todo es que según pasan los minutos cada vez aumenta más la indignación, la incoherencia y la sensación de que la película está hecha para reírse del público, tomándonos por ignorantes. Aunque se hubiese ideado de esta manera, con un tono paródico del género, tampoco pasaría el corte porque ni siquiera vale para eso. Es verdaderamente lamentable comprobar que tanto el director como los actores se toman la obra en serio, cuando no se puede sacar nada de ella. Sinceramente no sé en qué estaba pensando Hilary Swank cuando aceptó el papel, y además aparece como productora ejecutiva.

En cuanto al director, Antti J. Jokinen, esta es su primera incursión en el cine después de una extensa carrera en el mundo del videoclip, la cantera de los actuales realizadores. Su aportación no es especialmente reseñable ya que pasa sin pena ni gloria por la película, limitándose a mostrarnos lo que sucede en las distintas escenas sin aportar nada nuevo, sin intentar lavar la imagen de un producto que por otra parte no tiene nada de novedoso, que se nutre de los mil y una veces utilizados clichés y que dan como resultado un corta y pega de otras tantas películas que ya hemos visto.

El reparto, pese a contar con una protagonista como Swank y secundarios como el mismísimo Christopher Lee, están completamente desperdiciados. Todos ellos se ven inmersos en la lamentable mediocridad de todo el discurso, sin que puedan demostrar ni podamos apreciar un mínimo de todo su potencial. Podríamos asemejar el pésimo guión con un agujero negro que engulle todo, que absorbe cualquier atisbo de algo interesante que pudiera aparecer en pantalla.

Sinceramente, he de reconocer que esta es de las peores películas que se han hecho en estos últimos años, y eso que desgraciadamente en este grupo podrían entrar unas cuantas. Sin embargo, es tan previsible, tiene unos errores tan monumentales y evidentes, y simplemente es tan, tan mala, que la hora y media que tiene de metraje no sólo es una pérdida de tiempo, sino que se convierte en un auténtico suplicio: nada funciona, nada atrae. Todo ello nos lleva a cuestionarnos sobre lo injusto de la vida porque unas personas ganen dinero realizando semejante desfachatez.

'The Mechanic', fría e impersonal

El inglés Jason Statham sustituye al estadounidense Charles Bronson en este moderno y libre remake de ‘Fríamente… sin motivos personales’ (‘The Mechanic’, 1972), que esta vez conserva en nuestro país su título original, quizá para darle un aire más serio al film, o porque traducirlo por ‘El mecánico’ podría llegar a confundir al público (pese a que en el cartel aparece el protagonista empuñando una pistola).

De la puesta en escena se ha encargado el también inglés Simon West, pero podía haber ser cualquier otro, cualquiera de todos esos incapaces realizadores que contribuyen al menosprecio del cine de acción. Porque ellos mismos no respetan el género. Son directores que creen que el ritmo consiste en acelerar y multiplicar los cortes de cada escena, y que despachan la necesidad de espectáculo con grandes explosiones y peleas o persecuciones tan cercanas a la cámara que el espectador apenas puede intuir lo que ocurre. Por desgracia, son mayoría.

La propuesta de ‘The Mechanic’ (2011) es de lo más sencilla, y es lógico, pues responde a demandas sencillas. Statham encarna a un asesino a sueldo, un “mecánico” que arregla complicados entuertos de manera limpia y eficiente por elevadas sumas de dinero (esta comparación no es del todo desacertada), cuya rutina se ve alterada tras un encargo que le afecta personalmente, y desde entonces debe aceptar la compañía de un colega de faenas. El guion de esta nueva versión, escrito por Richard Wenk y Lewis John Carlino, sigue el argumento original pero se toma bastantes licencias, la molestia de limar las asperezas del film protagonizado por Bronson para construir un relato más acorde a nuestros tiempos, lo que por desgracia, en este caso no es algo positivo. Se dota al relato de mayor velocidad y se le resta crudeza, buscando la simpatía con los protagonistas, lo que inevitablemente lleva a un thriller descafeinado, inofensivo y convencional.

La trama gira en torno a Arthur Bishop (Statham), un habilidoso asesino cuya particularidad es que siempre consigue que sus crímenes parezcan suicidios o accidentes. Nunca ha tenido problemas para cumplir sus misiones, hasta que la oscura compañía que le contrata le pide que liquide a un viejo amigo (Donald Sutherland). Tras quedar convencido de que el hombre había traicionado a otros compañeros de profesión para poder superar sus problemas financieros, Arthur cumple su tarea, simulando un robo que acabó en tragedia. Sin embargo, se siente culpable y se hace cargo del problemático hijo de su víctima. Steve McKenna (Ben Foster) quiere aprender el oficio de “mecánico” y se convierte en el aprendiz de Arthur. Juntos forman un equipo que no resulta tan limpio ni eficaz, pero Arthur por fin tiene a alguien a su lado, aparte de la prostituta (Mini Anden) con la que pasaba alguna noche. Todo dará un giro cuando descubra que su empleador le engañó para que matara al padre de Steve.

Como decía, este tipo de propuestas no necesitan de intrincados argumentos ni de elaborados mecanismos para satisfacer por completo al público, ni siquiera de inspiradas actuaciones, la acción pura y dura es su razón de ser, y es fácil activarla. Pero el relato tiene que funcionar, el espectador debe sentirse atrapado por el huracán de imágenes de principio a fin, sin arritmias ni vacilaciones, y ahí reside la complicación. A estas alturas, es obvio que Simon West (‘Con Air’, ‘Tomb Raider’, ‘Cuando llama un extraño’) no tiene ni idea de cómo lograr algo semejante, y lo vuelve a demostrar en ‘The Mechanic’, ya desde los primeros minutos; con un encadenado de planos que no resisten en pantalla más de un segundo, el realizador sigue a un capo mafioso que vuelve a casa, donde se sumerge en las aguas de su piscina, tan oscuras que no le permiten ver que había alguien esperándole en las profundidades. Tras esta bochornosa secuencia, la película remonta un poco el vuelo, aunque solo sea por la aparición de Sutherland (muy breve) y de Foster, que casi salva los muebles.

No creo que esté lejos el día en el que Ben Foster empiece a ser considerado como uno de los mejores intérpretes del cine norteamericano. Es un actor carismático y versátil, con la rara cualidad de resultar espontáneo y libre incluso en productos tan descaradamente industriales como el que nos ocupa (capaz de ahogar la música de Mark Isham); solo el propio Foster podría arruinar su prometedor futuro. Por su parte, Jason Statham parece tener muy claras sus limitaciones y no se está complicando con los trabajos que acepta, lo que siempre conlleva el riesgo de agotar al espectador, al menos el que llena las salas, y acabar convertido en el enésimo “action man” de videoclub. Es un tipo que cae bien, se le ve cercano y honesto, pero no debería relajarse y le sería muy útil fijarse en alguien como Bruce Willis, con quien se le ha comparado a menudo, que entendió pronto la importancia del sentido del humor. El nuevo Arthur Bishop necesitaba eso, y el inglés se ve incapaz. Necesita buscar más esa faceta (como cuando ha trabajado con Guy Ritchie) para complementar la calva y los abdominales, o pronto se quedará sin sitio.

27 de febrero de 2011

The Mechanic, de Simon West y con Jason Statham

The Mechanic, cinta de acción dirigida por Simon West, resulta entretenida, a secas con un Jason Statham emulando a un original Charles Bronson. Cinta correcta, con entretenimiento a partes iguales. Eso si no esperemos mucho más. Producto de digestión rápida.

Hacía tiempo que Simon West no se ponía detrás de las cámaras para dirigir una película. Su último trabajo como director data de hace unos cinco años, Cuando llama un extraño, desde entonces y debido a su vinculación con algunas series de televisión, se ha prodigado poco como realizador. Ahora regresa con The Mechanic, filme de acción con un Jason Statham más comedido que de costumbre, y que rememora el clásico de Michael Winner, Fríamente… sin motivos personales (1972).

Arthur Bishop es un asesino profesional, un auténtico artista en lo que hace. Elimina a la gente y hace que parezcan accidentes. Su próximo “trabajo” le lleva hasta una persona cercana a él, casi un amigo. Bishop quiere retirarse y para ello se dispone a enseñar a su nuevo aprendiz, Steve McKenna, un joven impulsivo pero que apunta maneras para seguir los pasos de Bishop en el arte de matar. Tras diversos trabajos juntos, McKenna descubre la verdadera historia de su mentor, un hombre sin remordimientos.

Acostumbrados a ver a Jason Statham dando patadas a diestro y siniestro, o conduciendo coches a toda velocidad, quizá The Mechanic decepcione a unos cuantos de sus seguidores. Y lo cierto es que el británico está muy comedido en esta cinta, apenas tiene escenas de lucha pero su mera presencia seguramente calme a los que lo siguen desde hace tiempo. Statham se empeña en quitarse esa etiqueta de luchador y en afrontar papeles con algo más de interés y profundidad. Bien es cierto también que el actor no aporta mucho más a su personaje en The Mechanic, pero al menos afronta con su particular estilo, el papel que le toca.

Su compañero es Ben Foster (Pandorum, 30 días de oscuridad…) actor de potencial considerable, pero que parece que le cuesta despegar en algunos títulos y casi siempre termina haciendo el mismo papel. Aunque secundario, se agradece su presencia como contrapunto a Statham.

The Mechanic es cine de acción, sí. Su interés radica sobre todo en la historia que cuenta, a pesar de que sabemos la resolución prácticamente desde los primeros minutos del planteamiento de la trama. En este aspecto, West a pesar de sus limitaciones como director, consigue algunos aciertos. El mezclar las buenas artes de Statham con la interpretación de Foster quizá forje cierto regusto a compañerismo o a coleguismo, alma principal de la historia de The Mechanic.

Bajo ese caparazón de película de acción (cuasi homenaje al cine del género de finales de los noventa) subyace una historia de amistad, de honor, e incluso de venganza, muy bien adornada con escenas bastante interesantes (el “trabajo” del hotel, sin duda es una de las mejores secuencias de toda la película). El director cumple en ese aspecto, y es que experiencia no le falta, realmente.

17 de febrero de 2011

'Valor de ley (True grit)', realización brillante, pero carente de emociones

Esta nueva adaptación de la novela de Charles Portis, en la que ya se basó en 1969 Henry Hathaway, comienza con una escena excepcional en un solo plano muy abierto, tanto que es difícil «leer» lo que en él se ve al menos en los primeros segundos, pero que va desvelando su contenido con lentitud. La voz en off de la protagonista nos introduce de forma concisa y bella en la historia hasta que, por fin, distinguimos el cadáver del padre de esta mujer, años atrás, cuando ella tenía catorce años.

Con ese mismo buen gusto está rodada toda la película. Los hermanos Coen realizan un espléndido trabajo al que no le caben reproches en ningún aspecto que se refiera a la realización. De la labor del resto del equipo técnico nada malo puede decirse. La fotografía acompaña de maravilla a los encuadres y la puesta en escena de los hermanos. Del equipo artístico tampoco diría nada en contra, pues todos los personajes están interpretados a la perfección.

Disminuye mi emoción ante la película un detalle que no se puede achacar como defecto, ya que responde a una elección deliberada, pero que a mí personalmente me provoca la pérdida del interés. Se trata del tono ligero o superficial con el que se cuenta la historia. No me refiero al hecho de que haya humor, pues eso podría estar muy bien, pero sí al estilo de humor concreto, tirando a pueril, que presenta el film en determinadas ocasiones, llegando a aportar una sutil —porque no todo el mundo lo ha percibido así— aproximación informal hacia el asunto.

El conflicto podría ser de envergadura. Sin embargo, rápidamente se abandona como tal: la venganza del padre pasa a ser un McGuffin y la relación entre los protagonistas cobra el lugar de asunto principal. No supondría un problema dejar de fondo esta cuestión y centrarse en la personal, pues la épica no es el único componente posible con el que conmover y, muchas veces, esa antiépica de los antihéroes es superior. Pero, para dejar de lado la venganza y quedarse con lo humano, sería necesario hallar una mayor profundidad en el trato de las interacciones entre los personajes.

Sin ello, nos quedamos con una concatenación de situaciones más o menos impactantes, jocosas o arriesgadas que funcionan de forma demasiado aislada. La manera tan episódica en la que van apareciendo los demás personajes responde a esa sucesión de anécdotas con poco nexo que, si bien será intencionada, personalmente la encuentro torpe. Esto se produce especialmente con el hombre encarnado por Josh Brolin. La confusión con respecto a él puede deberse a que le dé vida un actor tan famoso, que esperaríamos una intervención más duradera y significativa. Pero incluso aunque se tratase de un desconocido, su participación parece inconclusa y absurda.

El elemento más atrayente y original de ‘Valor de ley’ se halla en el comportamiento de la niña, que podría no esperarse en la época siquiera en mujeres adultas. Se hace gozoso escucharla desde los primeros minutos, durante su trato con el comerciante y hasta su negociación con el alguacil. Por desgracia, este efecto de sorpresa se agota fácilmente, ya que no puede llevarse más allá y tampoco se busca darle un contrapunto o una evolución. El resto de los personajes se debaten entre tópicos o caricaturescos. Este último epíteto iría que ni pintado, especialmente, al de LaBeouf, del que, tal como está presentado en esta versión, se podría haber prescindido.

La joven intérprete Hailee Steinfeld está magnífica, Jeff Bridges realiza una gran labor y tampoco lo hacen mal Matt Damon o Josh Brolin, pese a contar con papeles poco sólidos. Pero estas grandes interpretaciones, si bien se disfrutan como actuaciones en sí, no penetran en el relato para enriquecerlo en su profundidad.

En conclusión, diría que se trata de una cinta de aventuras muy bien interpretada, rodada con sabiduría, pero a la que no puedo considerar grandiosa debido a que su tono hizo imposible que compartiese ni la épica de la historia ni la emoción de la relación entre los protagonistas.

4 de febrero de 2011

Hereafter 'Más allá de la vida', soledad, muerte y amor

Resulta curioso que ‘Más allá de la vida’ (‘Hereafter’, 2010), la nueva película de Clint Eastwood, haya llegado a nuestras carteleras poco después que ‘Camino a la libertad’ (‘The Way Back’, 2010), lo último de Peter Weir. Ambos trabajos despertaron una lógica expectación hace tiempo, viniendo firmadas por dos de los mejores cineastas que hay ahora mismo, pero finalmente han provocado poco ruido, cosechando, en general, una triste indiferencia. A mí, sin embargo, me han dejado muy gratas sensaciones; estoy seguro que recibirán mejor trato con el paso de los años, pues me parecen dos películas de gran factura, desbordantes de talento y sensibilidad, con imágenes e interpretaciones de altura, lo que matiza sus defectos (que los tienen). La inmensa mayoría de lo que vemos se olvida enseguida, solo unas pocas obras se quedan en la memoria, y tras repasarla y discutirla, llegamos a la extraña conclusión de que nos gustan incluso más con el paso del tiempo. Me pasó con la nueva de Weir, y poco después con la de Eastwood.

Está funcionando sorprendentemente bien en la taquilla de nuestro país, pero ‘Más allá de la vida’ no tuvo suerte en Estados Unidos, pudiendo hablarse incluso de fracaso (costó unos 50 millones de dólares y apenas recaudó 30). La crítica la recibió con más frialdad que entusiasmo y el público no se sintió cautivado por la propuesta; no ha contado para los Globos de Oro y parece claro que se irá de vacío en los Oscars (solo aspira a una estatuilla). Esto último da absolutamente igual (además, ya vimos los numerosos y clamorosos olvidos en la historia de los premios más importantes del cine norteamericano) pero que el nuevo trabajo de una auténtica leyenda del séptimo arte, con 80 años a sus espaldas, sea recibida con tibieza y cinismo, sí que causa cierto estupor. Es que no es uno de sus mejores trabajos. Y ya está, dos horas de cine tirados a la basura. Resulta escandaloso el menosprecio general, por diferentes causas (desconocimiento en unos casos y ganas de llamar la atención en otros), con el que se ha tratado la última película de un cineasta del talento de Clint Eastwood, que solo en la última década nos ha dejado ‘Mystic River’ (2003), ‘Million Dollar Baby’ (2004), ‘Cartas desde Iwo Jima’ (‘Letters from Iwo Jima’, 2006), ‘El intercambio’ (‘Changeling’, 2008) o ‘Gran Torino’ (2008), entre otras.

Quizá lo que debería hacer es retirarse, vivir de las rentas, descansar y pasear, ver la tele, lo que suele hacer la gente a su edad. O, si quiere seguir en activo, también podría filmar otra entrega de ‘Harry el sucio’, seguro que así obtendría mayor atención por parte de todos. A lo mejor una ‘Harry 3D’, con un furioso Clint Eastwood apuntando una pistola directamente al cráneo del espectador, sería un gran éxito. Por fortuna, en lugar de eso, el veterano cineasta sigue queriendo aprender buscando nuevos retos, relatos que le permitan probarse a sí mismo en otros terrenos. Y es que este mito viviente ya no necesita demostrar nada, ni tiene que seguir las tendencias actuales, lo que le interesa es contar historias, y hacerlo a su manera; con la coherencia, exigencia, elegancia y pasión de siempre. Incluso en sus películas menores se nota su mano, decir lo contrario es una demostración de ignorancia o mera provocación. Y creo que nosotros, ante todo, deberíamos estar agradecidos con cada nuevo trabajo, porque algún día no muy lejano su luz se apagará, y no volveremos a leer en un cine esa frase tan reconfortante: “Directed by Clint Eastwood“.

A partir de un guion del inglés Peter Morgan (escribió ‘El último rey de Escocia’, ‘The Queen’ o ‘Frost contra Nixon’), y apoyado desde la producción por Steven Spielberg (más experimentado en lo fantástico), Eastwood nos narra la historia de tres personajes de distintos países cuyas vidas están o estarán relacionadas con lo que llamamos el más allá, teniendo algún tipo de contacto con una dimensión a la que solo se accede tras la muerte. Este contacto ha convertido a George (interpretado por un formidable Matt Damon) en un ser solitario. Estadounidense, tras superar una complicada operación en su infancia, que lo mantuvo entre la vida y la muerte, adquirió una sensibilidad extraordinaria, lo que le permite comunicarse con personas fallecidas que siguen todavía presentes, de alguna manera. Gracias al ánimo emprendedor de su hermano Billy (Jay Mohr), George empezó a ganarse la vida como parapsicólogo, pero lo abandonó para dedicarse a una profesión más corriente, intentando pasar desapercibido, deseando una tranquila existencia completamente alejada de la muerte.

Marie (Cécile De France) es una exitosa periodista francesa que sobrevive milagrosamente al tsunami que barrió Indonesia en 2004, pero se ve incapaz de regresar a la vida que llevaba antes del trágico suceso; convertida inevitablemente en una mujer diferente, con una nueva mentalidad, intentará descubrir más sobre la muerte, al haber tenido durante unos instantes lo que ella considera una visión del más allá, lo que pondrá en peligro su credibilidad, su empleo y su conveniente relación con Didier (Thierry Neuvic). Por último, los ingleses Marcus y Jacob (George y Frankie McLaren) son los hijos gemelos de una madre drogadicta que no puede hacerse cargo de su hogar; un desafortunado accidente acabará con la vida de uno de los pequeños, pero la muerte no llegará a separar del todo a estos hermanos. Como es habitual en este tipo de relatos fragmentados, los caminos de los tres personajes están destinados a cruzarse, lo que les ayudará a resolver sus particulares conflictos. Es un acierto que no se pretenda sorprender con este recurso, sino que se opte por ir acercando poco a poco a los protagonistas, por hacer más posible un encuentro cuya casualidad podría resultar difícil de aceptar.

Se ha tachado la película de superficial, y el desenlace de empalagoso, como poco; personalmente, lo que creo que ocurre es que cuesta entrar en el relato, y no se quiere, o no se puede, hacer el esfuerzo de intentarlo, prefiriendo culpar al cineasta de no haber podido conectar con el drama de los personajes. Y es que no estamos ante una película fácil, digerible, aunque desde luego puede hacerse una lectura fácil. Puede uno concluir que todo va de Clint Eastwood tratando torpemente de dar respuestas profundas a un tema que no sabe cómo abordar, y quedarse tan ancho. Por el contrario, puede uno rascar en las apariencias, sumergirse por completo en la narración, dejarse llevar por las imágenes y la música (compuesta por el octogenario realizador), y encontrar mucho más, hallar que la película no va realmente, pese al título, de la vida más allá de la muerte, sino de la soledad, de aceptar lo que somos, de la dificultad de afrontar los golpes de la vida, de la sensibilidad, la fe, el perdón, y el amor. ‘Más allá de la vida’ es un relato cargado de tristeza, de amargura, pero también de romanticismo y esperanza.

Ante todo, y esto la une con la obra de M. Night Shyamalan, pienso que esta película gira en torno al amor, a la terrible pérdida y el maravilloso hallazgo del amor, siendo esto lo único que merece la pena en esta breve, azarosa y agridulce existencia nuestra. Lo veo así por el personaje de Marie, que tras el accidente se distancia de su novio, pues no hay entre ellos una verdadera conexión, por el amigo de Billy que ha perdido a su esposa (Richard Kind), y sobre todo por George, cuya rutina entre penumbras y silencios, cuya automarginación por temor al contacto y el rechazo (como ocurre con el personaje de Bryce Dallas Howard), solo puede acabar al conocer a la persona que ha estado esperando toda su vida. Suena cursi, supongo, en especial para los que no han sentido nunca nada así, para los que solo creen en lo que se puede ver y tocar; pasa lo mismo con lo sobrenatural, tal como queda reflejado en el film, genera rechazo y menosprecio. En definitiva, me parece acertado concluir que ‘Más allá de la vida’ no es uno de los trabajos más inspirados de su director, que recurre a algunas soluciones muy manidas y que el guion flojea en ocasiones, pero haciendo balance, me parece indudable que es una película seria, arriesgada, estupenda.

6 de diciembre de 2010

Skyline La invasión, la peor pelicula de ciencia ficción del año

Sin duda Skyline: La invasión es la peor película de ciencia ficción de este año 2010. Los primeros 20 minutos nos dice que el guión es pésimo, que será todo muy predicable y que el fin del mundo en manos de los alienígena ya aburrió a todo el mundo.

Los personajes son muy pasivos con todos los acontecimientos que hay al su alrededor, y con una burla copia a Cloverfield, Día de la Independencia y demás películas del mismo genero.

25 de noviembre de 2010

'Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte 1', la más tensa y adulta de la saga

"Estos son tiempos oscuros, no es posible negarlo. Nuestro mundo quizá no se ha enfrentando antes a una amenaza más grande que la actual".
(Rufus Scrimgeour)

Con estas palabras, y un plano cerradísimo de los expresivos ojos de Bill Nighy, en la piel del ministro de la magia, arranca la primera parte de ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte’ (2010), la penúltima entrega de la saga basada en los libros de J.K. Rowling. A la tensa intervención pública del ministro le sigue una secuencia que encadena las amargas despedidas de los tres jóvenes magos protagonistas, adiós al hogar, la familia y la paz; una pieza tan suave en su forma como áspera en su fondo, realmente dolorosa. Entonces aparece el título, como amenazado por una tormenta. Y es que se avecina una cruenta batalla. Pero lejos de lo que cabía esperar, esta séptima película no es ningún intermedio, una simple preparación del épico conflicto final, al contrario, es un relato pleno de aventuras, humor, drama y fantasía. La mejor de la saga junto a ‘Harry Potter y el Prisionero de Azkabán’ (2003).

El gran problema que tiene ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte 1’ (‘Harry Potter and the Deathly Hallows. Part 1’) es tan lógico como prácticamente inevitable: pertenece a una serie. Por ello, aunque personalmente recomiendo no dejar pasar la oportunidad de asistir a un auténtico espectáculo cinematográfico, conviene tener muy en cuenta que no se trata de una película que pueda disfrutarse plenamente por sí sola, sin contar con la experiencia y la información de entregas anteriores. Seguro que puede verse de esta forma y aun así resultar un digno entretenimiento, pero se perdería uno en la trama y en los comportamientos de los personajes, pues en este nuevo film se cierran unos cabos y se recuperan otros que se han ido presentando desde la inicial ‘Harry Potter y la Piedra Filosofal’ (2001). Así que el inconveniente es que necesitas haber seguido la serie, pero si lo has hecho, estás de enhorabuena, vas a disfrutar de lo lindo.

Escrita por el guionista habitual de la saga, Steve Kloves (adaptó todos los libros salvo el quinto), ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte 1’ continúa los hechos acontecidos en ‘Harry Potter y el Misterio del Príncipe’ (‘Harry Potter and the Half-Blood Prince’, 2009). Tras la muerte de Albus Dumbledore a manos de Severus Snape, y el ascenso imparable de Lord Voldemort y su ejército de mortífagos, que ya controlan el Ministerio de la Magia, Harry Potter se embarca en la misión que le encargó el exdirector de Hogwarts: encontrar y destruir los cinco Horrocruxes que quedan. Sólo así se podrá acabar con Voldemort. Por fortuna, Harry no está solo. Gracias a sus valientes y comprometidos amigos consigue escapar de una primera trampa mortal en los cielos (formidable secuencia de acción), y luego estará acompañado por sus fieles Hermione Granger y Ron Weasley en la búsqueda de los objetos que protegen la oscura alma de su mayor enemigo.

La oscuridad y la muerte han formado parte de la saga desde el principio; aun estando protagonizadas por tres chavales y pensadas principalmente para el público juvenil, como los libros de Rowling, las películas no han estado exentas de asesinatos y escenas aterradoras (la llegada de los dementores en la tercera parte o el renacimiento de Voldemort en la cuarta). Sin embargo, no dejaba de haber tiempo para otros menesteres, y a pesar del peligro, se tenía una cierta sensación de seguridad, de que pasara lo que pasara nunca sería demasiado grave, de que todavía los adultos acudirían al rescate cuando fuera necesario. Ya no. Desde el mismo comienzo de ‘Las Reliquias de la Muerte’ se respira la inseguridad, el desamparo y el miedo. Los protagonistas se llenan las manos de sangre. Los adultos responsables bajan la cabeza o son eliminados, mientras los mortífagos extienden su poder y defienden el exterminio de los impuros. El terror se ha instalado en el mundo.

Como en otras facetas siempre se ha respondido de forma excelente, lo que llama más la atención de ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte 1’ que esté dirigida con tanta lucidez y energía, que se haya cuidado tanto la puesta en escena, y que esto se deba a la misma persona que se encargó de las dos entregas anteriores (sin ser malas, palidecían ante el trabajo del imaginativo Alfonso Cuarón y el artesano Chris Columbus). El inglés David Yates, que tomó el mando de la saga a partir de ‘La Orden del Fénix’ y será el encargado de cerrarla, firma aquí sin duda alguna su mejor película hasta la fecha, se muestra sorprendentemente hábil e inspirado con el material del último libro, y saca un partido formidable al impresionante equipo artístico y técnico (sobresale la música de Alexandre Desplat, la fotografía de Eduardo Serra y el diseño de producción de Stuart Craig) que tiene a su disposición. Esperemos que haya mantenido este nivel filmando toda la adaptación, y el desenlace (con el duelo final entre Harry y Voldemort) esté a la misma altura. Lo podremos comprobar a partir del 15 de julio.

‘Las Reliquias de la Muerte. Parte 1’ tiene todos los ingredientes que uno puede esperar de una superproducción, incluyendo un envidiable reparto con ilustres intérpretes de suma experiencia en todo tipo de rodajes. De esta manera, secuencias como la primera que transcurre en la mansión de los Malfoy (la reunión presidida por Voldemort) o la complicada misión en el ministerio (un prodigio de planificación y ritmo) lucen más con la participación de Ralph Fiennes, Alan Rickman, Imelda Staunton, David Thewlis o Peter Mullan. Los protagonistas, Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint, están muy acertados y sólo desentonan en algunas escenas del bosque, si bien la culpa debe distribuirse. ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte 1’ contiene algunas de las secuencias más brillantes de la saga (la deliciosa pieza animada, de Ben Hibon, o el asesinato de un valiente personaje) y es la mejor oferta de cine de aventuras en la cartelera. Un espectáculo de diversión y tinieblas que no decepcionará a los fans ni a los espectadores hambrientos de fantasía.

19 de noviembre de 2010

“Scott Pilgrim vs. the World”, paradigma del cine posmoderno

La titánica empresa que se traía entre manos Edgar Wright al querer trasladar al cine el cómic de Bryan Lee O’Malley podría haberse convertido en un completo desastre si no llega a contar precisamente con ese director tras las cámaras. Y no lo digo porque el material original sea difícil de adaptar o que exija algunos sacrificios a lo cinematográfico de la película para que se pueda asemejar al cómic, no. Lo digo principalmente porque el realizador debía ser tan geek, freak o cualquiera de los calificativos que usa mi compañero Alberto en su crítica como para entender el material original y sobre todo para respetarlo en su adaptación.

Estoy seguro de que Wright tiene mucho de Scott Pilgrim, y viceversa. Por que se nota en el respeto con el que trata al personaje, ya que no le muestra como un bicho raro e introvertido que sólo desea estar en su casa: aquí el protagonista también forma parte de esa tribu urbana pero no se le expone desde los estereotipos de algunas películas sobre adolescentes, sino como un chico normal con los problemas corrientes de su edad.

¿Por qué hablo de “Scott Pilgrim vs. the World” como paradigma del cine posmoderno”? Sin duda por las innumerables referencias que toma de toda clase de disciplinas artísticas, desde el cine hasta los videojuegos y desde el cómic hasta la televisión. Podemos encontrarnos durante su metraje numerosos homenajes, guiños o cómo lo queráis llamar, a obras anteriores, algo que trasciende la propia adaptación del cómic.

Con esto es con lo que podemos concluir que Edgar Wright era el candidato idóneo para dirigir esta película, puesto que tiene unos conocimientos y una falta de tapujos —en el mejor de los sentidos— en su forma de rodar que se hacían completamente indispensables si querían conseguir una adaptación decente de la obra original. Así nos encontramos con un collage donde se encadenan escenas que van desde los planos imposibles sacados del mundo de los videojuegos hasta elementos estilísticos propios del manga japonés. Una escena que me llamó particularmente la atención, a tenor de estas referencias de las que estoy hablando, era la que simulaba un capítulo de la famosa serie televisiva Seinfeld, usando su música e incluso las risas de un falso público en directo.

Lo mejor de todas estas referencias que toma Wright no es sólo el hecho de que las use de una manera determinada dentro del discurso, y que sin duda adquieren una efectividad notoria, sino que no se limita a tomarlas y plasmarlas en la pantalla. El director va más allá con todas ellas y cuando encontramos elementos de este tipo, que en principio podrían ser ajenos al cine, aquí encajan perfectamente y dotan a la imagen y a la historia de un mayor sentido, aumentando si cabe el sentido que podrían tener dentro de su propio medio.

Evidentemente la música es un elemento clave en la película. Hace unos meses os trajimos la banda sonora para que la pudiérais escuchar por internet, así que a los que no hayan visto la película aún os podréis hacer una idea del estilo que predomina. Además Pilgrim, para el que no había un actor mejor que lo pudiera encarnar si no era Michael Cera, forma parte de un grupo de música independiente, por lo que es un tema que está muy presente durante toda la película y que Wright sabe utilizar muy bien cuando lo necesita.

Es verdad que el cómic original es una auténtica locura, y que habrá muchas personas que lo hayan leído y que no se sorprendan cuando vean en pantalla lo que ha hecho Wright, sin embargo mi sensación fue que cogió un material original que suponía todo un reto para él pero cuya adaptación parece que se le ha hecho de lo más fácil viendo el resultado. Lo que el espectador puede extraer de la película es que el director sabe en todo momento lo que está haciendo y que nada se escapa a su control. Y teniendo en cuenta la clase de película que es, que podríamos tratarla de locura narrativa y visual como mínimo, no hace más que destacar la titánica labor que ha llevado a cabo y cuyo resultado disfrutaremos durante muchos años.

28 de octubre de 2010

Los “Monsters” están en(tre) nosotros

Es cierto que la intensa campaña de promoción de “Monster”, premiada en el pasado festival de Sitges por sus efectos especiales, puede insinuar que sea un tipo de película parecida a “District 9”; pero también es cierto que, al poco de comenzar la proyección, Gareth Edwards, deja perfectamente claro que su discurso no transcurre por el mismo camino.

Más que una película de ciencia-ficción, “Monsters” se acerca más a la parábola, y en este sentido sí guarda un nexo común con la película de Neill Blomkamp, en la que los monstruos equivalen a inmigrantes y la zona infectada a la frontera de México con los Estados Unidos. Donde una y otra difieren es en la manera de desarrollar su discurso, optando Gareth Edwards por una especie de road-movie intimista en la que Samantha (Whitney Able) y Andrew (Scoot McNairy) acaban por descubrirnos que los verdaderos monstruos son los que están al otro lado de la frontera.

No coincido con respecto al estilo documental, pues tan sólo lo sería la primera secuencia, y siendo más apropiado encuadrarla dentro del reportaje televisivo, pues trata de proporcionar ese tipo de información sesgada que recibimos a través de los noticiarios de los sucesos que ocurren en otros países. De hecho, la fotografía de toda la película está cuidada al detalle, siendo responsabilidad del propio director, Gareth Edwards, quien es además el autor del guión.

La creciente incertidumbre con que van ocurriendo los pequeños sucesos en el viaje de la pareja protagonista no sólo son suficientes, sino que me estimulan para mantener mi atención hasta la secuencia final en la que interpreto se nos quiere decir que monstruos y humanos, inmigrantes y nacionales, tienen en común muchas más cosas de las que parece, salvo que desconocen la cultura del otro, lo que les lleva a colocar barreras, rechazarlos e impedirles que se mezclen con ellos, con nosotros.

Ayuda mucho para la verosimilitud del relato, que estando en México hablen en español cuando se dirigen a los mexicanos, quizás sea porque estamos en una producción británica, y no estadounidense, por lo que cuidan estos pequeños detalles que proporcionan autenticidad y verosimilitud.

Insisto, entiendo que algunos se sientan defraudados en un principio, pero yo por lo menos, quedé cautivado y muy emocionado con el resultado final.

28 de septiembre de 2010

El mundo al revés en “Devil”

Últimamente se está hablando mucho de que el mejor cine se hace en la actualidad para la pequeña pantalla, en forma de series de televisión. Debe ser verdad porque parece que ahora se han decidido a hacer televisión para cine, o al menos es lo que me parece “Devil”, un episodio de una serie estrenado en cine. No en vano, parece que constituye el primer episodio de una serie, perdón trilogía, que han denominado “The Night Chronicles” trilogy y que ya tiene secuela.

Las expectativas que pudiera haber creado el tráiler se diluyen en la secuencia de inicio, que ya constituye todo un jarro de agua fría pues los planos invertidos de Nueva York, articulados con una simple función estética pues no llegan a crear inquietud ni desasosiego, con una música impresionista en línea con la que se utiliza en filmes magistrales como “The Exorcist” o “The Shining”, no bastan para que se nos pongan los pelos de punta. Tan sólo para que sepamos que debe(ría)mos tener miedo. Cosa que no.

La presentación de la situación y los personajes se parece demasiado a cualquier episodio de “The Twilight Zone” como para infundir miedo o temor, por lo que es difícil entrar en una realidad en la que van a suceder cosas inexplicables, con lo que ya, de entrada, el espectador se espera cualquier giro espectacular para captar su atención. Cosa que no sucede. Lo que no me esperaba es que encima pretendieran que hicieran gracia los, supuestos, gags y diálogos previsibles y estereotipados de cualquier película de serie B.

Encima estamos en una de esas películas que atentan contra la inteligencia del espectador incluyendo un narrador que nos explica todo lo que va a ir sucediendo, desde la A a la Z, por lo que ni siquiera puedo criticar la película de predecible, porque realmente Brian Nelson, guionista demagogo donde los haya como demostrara con “Hard Candy” quería que fuera así. Quizás podría criticarle por destriparnos la película antes de que sucedan los hechos, porque no estamos hablando ni de flashforward, ni de ironía dramática.

El estereotipo de los personajes de los cuales el más insultante (por extremadamente obvio) llega a ser Ramirez (Jacob Vargas), que reúne todas las convenciones, habidas y por haber, de la imagen que el estadounidense medio debe tener de un hispano, no son nada comparados con la burda manera de enlazar la historia del mecánico (Logan Marshall-Green) y la del detective Bowden (Chris Messina).

Tan sólo mencionar el buen gusto a la hora de escoger colaboradores como el director de fotografía Tak Fujimoto, que colaborara en algunos de los títulos dirigidos por el propio Shyamalan como “The Sixth Sense”, “Signs” o “The Happening”, además de la magnífica “The Silence of the Lambs”, entre otras.

Comentar, más que destacar, la presencia de Fernando Velázquez en la composición de la banda sonora, esa que es tan como de avisar de la presencia del mal. Resulta curioso, más que nada por la posible influencia de esas películas españolas que triunfan en el mercado internacional para asombro de más de uno entre los que me incluyo, como fuera “El orfanato”, de la que también compuso su partitura.

Destacar que aunque el producto está presentado con un cierto toque de elegancia por parte de su director, John Erick Dowdle director de “Quarantine”, el remake de otra película española, “[Rec]”, al final va a resultar que la influencia española es nefasta—-, su discurso resulta tan descaradamente moralista, desde la ausencia de ética y la absoluta carencia de fe en los temas que precisamente predica, que no permite que se llegue a conectar con el relato.

Ni siquiera hace falta compararlo con otros trabajos de M. Night Shyamalan para intentar dilucidar si la influencia del cineasta de lo religioso (más que místico) es positiva o negativa. Pudiéramos pensar que aparte de las decisiones que tome como productor de la película, sólo aporta la idea original sobre la que se desarrolla el texto. Pero si nos fijamos en la frase publicitaria de la película, “Todo pasa por una razón”, podremos escuchar el eco de los vasos de agua que llenaba la niña de “Signs”.

15 de septiembre de 2010

Critica de la pelicula "Los indestructibles" de Sylvester Stallone

La película Los indestructibles de Sylvester Stallone es todo aquello que podrían esperar los fanáticos del género: motocicletas manejadas por hombres rudos con gesticulaciones aún más letales, mujeres desprotegidas en busca de los brazos de esos titanes con el romanticismo de una hormiga, explosiones que sólo son opacadas por la cantidad de testosterona inyectada en cada bombazo. Al final, estamos ante una cinta y una trama que no debe tomarse en lo absoluto como algo serio, no hay mucha necesidad de exigirle a nuestro cerebro que trabaje a marchas forzadas.

Tres aspectos son importantes señalar en esta critica: el pésimo casting para los latinos y su español a là Miami, la escena surreal entre Stallone, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger y la secuencia final que hace palidecer a cualquier show del Bicentenario, feria local o inauguración de Beijing 2008, gracias a la cantidad bestial de explosiones que vemos en pantalla y que desgarraría por completo el agujero de la capa de ozono… pero al menos el pueblo indefenso está a salvo.

Pero no todo es indestructible para estos caballeros, el final de la proyección también nos deja con la idea que pudimos haber estado ante la madre de las cintas de acción, esto de contar con la presencia de otras leyendas como Jean Claude Van Damme, Steven Seagal, Wesley Snipes y sí, Chuck Norris. Pero al salir Norris tendrían que cambiarle el título por El indestructible y los demás.

30 de julio de 2010

'El equipo A', desvergonzada adaptación

En 1972, cuatro de los mejores hombres del ejército americano que formaban un comando fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, todavía buscados por el gobierno, sobreviven como soldados de fortuna. Si usted tiene algún problema y los encuentra, quizá pueda contratarlos

¿Quién no se sabe o ha recitado alguna vez esta entrañable frase? Entrañable porque seguramente a muchos de vosotros ‘El equipo A’ os traerá recuerdos de vuestra niñez o adolescencia. Con el paso de los años uno va creciendo y se da cuenta que la calidad de la serie era más bien escasa pero que levante la mano aquel que no se lo haya pasado bien alguna vez con las aventuras y desventuras de este grupo de mercenarios comandados por el coronel Hannibal Smith, el veterano y el cerebro del grupo. Le seguían Face —en España Fénix en una de esas idioteces del doblaje—, el guaperas; Murdock, el loco y gracioso, y B.A. Baracus, digamos la fuerza bruta del equipo. Durante cuatro temporadas resolvían problemas ayudando a gente normal mientras eran perseguidos por el ejército, y en una quinta y última temporada la serie se traicionó a sí misma convirtiendo a los fugitivos en un cuerpo especial que cumplía misiones del gobierno. En esa época la serie no obtuvo la audiencia de otras temporadas y optó por suspenderse.

Casi todos los episodios de la serie tenían un esquema similar y que se volvía bastante repetitivo —la televisión aún estaba lejos de las maravillas de hoy día, sobre todo las salidas de la HBO—, pero lo más sorprendente, una de las cosas por las que es muy recordada, es que a pesar de tratarse de una serie de acción no había un sólo muerto. Daba igual que en una persecución un coche saliese volando dando vueltas de campana y estrellándose a lo bestia, sus ocupantes siempre salían ilesos. Muchos se preguntarán si en la adaptación hacen lo mismo, y la respuesta es un evidente no. En ‘El equipo A’ (‘The A-Team’, 2010, Joe Carnahan) muere gente, aunque esas muertes sean producto de algunas de las escenas de acción más exageradas que haya conocido el cine. Curiosamente se produce el mismo efecto que en la serie, debido a esa exageración de la que evidentemente hay que ser cómplice, dichas muertes son bastante irreales pues toda la película es un completo despiporre. Una especie de reunión de colegas que se lo han pasado en grande rindiendo un sincero homenaje a una de las serie de televisión más exitosas que han existido.

Precisamente es buen rollo lo que desprende esta película, el mismo que parecía haber entre los actores de la serie al verlos compartir escena. Siempre me llamó la atención que George Peppard se llevase a matar con casi todo el mundo, incluyendo a Mr. T, con el que se terminó peleando —y ganando, señores, por increíble que parezca Peppard le provocó una lesión de cervicales a Mr. T que todavía padece en la actualidad—, provocando además numerosas anécdotas de muy mal gusto —Peppard era muy racista y machista—, pero que se quedan en eso, en anécdotas. Durante años quiso llevarse la serie al cine, y fueron varios los directores que llegaron a tener las riendas del proyecto, entre ellos John Singleton. Actores como Bruce Willis llegaron a sonar para el papel de Hannibal Smith, o Woody Harrelson y Ryan Reynolds para el de Murdock.

Al final Joe Carnahan, que parece que nunca volverá al nivel de su estimable ‘Narc’, se hizo cargo del film, y el casting de actores me parece unos de los más acertados de los últimos años. Es más, Liam Neeson, Bradley Cooper, Sharlto Copley y Quinton Rampage Jackson son mejores actores que George Peppard, Dirk Benedict, Dwight Schutlz y Mr. T respectivamente, a los que nunca tratan de imitar —aunque el pelo de Neeson parezca demostrar lo contrario— porque al fin y al cabo estamos hablando de estereotipos. En cualquier caso todos los actores son muy conscientes de donde se han metido y se toman la película como debe ser recibida, con cachondeo y sentido del humor. Jessica Biel, mejor actriz de lo que parece y muy, muy desaprovechada en infinidad de ocasiones, pone el punto femenino al film, y un histriónico Patrick Wilson apesta a malo de la función desde el primer plano en el que aparece.

Durante los largos títulos de crédito iniciales somos testigos de cómo el equipo se va formando y hay en esa parte el que quizá sea el guiño más sentido a la serie, el de la mítica camioneta cuyo destino —absurdamente revelado en el tráiler— es más bien un punto y aparte, una especie de despedida de los viejos tiempos —la serie—, para dar paso a los nuevos —una película totalmente actual y desvergonzada—. El guión, en el que también participa Carnahan, se debate entre instantes sorprendentemente serios —la descripción de los planes— y los sencillamente locos. Evidentemente son estos últimos los que sobresalen del resto, como clara muestra de intenciones hacia el espectador, que tendrá que poner de su parte —como en todas las películas, eso que practican algunos, el cine pasivo, es una pérdida de tiempo— para poder entrar en el film. A la escena del tanque me remito, uno de los momentos más descabelladamente exagerados de la historia.

Salvo contadas excepciones el cine de acción adolece precisamente de eso, de someterse a cierta exageración, cada vez más acentuada, y convertirla en señal de identidad. En ejercicios intrascendentes de este estilo quizá no importe demasiado, pero también es cierto que aún partiendo de la base que partía, la película podía haber aspirado a ser algo más que pasable —esto en los tiempos que corren ya es bastante—, y es que Carnahan no es capaz de mantener el equilibrio en lo que a ratos parece un cartoon trepidante y a ratos una película de acción seria. Es aquí cuando se echan de menos las manos firmes de John McTiernan o Richard Donner.

Con todo, mejor de lo esperado, y para disfrutar con un cubo de palomitas bien grande.

16 de julio de 2010

10 motivos para ir a ver Shrek 4

Llego el final de Shrek, después de casi 10 años de la primera película las aventuras del ogro verde mas famoso de la pantalla grande terminan. A continuación les dejamos los 10 motivos que fundamentan las razones que sobran para verla.

1. ¡El Gato con Botas engorda! La frase: “Burro, préstame tu lengua”, cuando el minino no puede ni lamerse por su prominente abdomen, seguramente arrancará la carcajada por el momento y contexto de la escena.

2. Es la última vez que se escuchará a Eugenio Derbez como Burro. En esta ocasión se dio el lujo de cantar canciones tradicionales mexicanas como “A la víbora de la mar”. En la calle los niños dudan que el comediante sea el burro, hasta que él mismo les pide a los papás que le marquen por teléfono.

3. El nuevo villano es un duende de nombre Rumplestiltskin, quien originalmente rompía los deseos a quien adivinara su nombre, pero ahora se ha modernizado y firma contratos con cláusulas que deben leerse más de dos veces para no ser engañados.

4. Los bebés latosos de Shrek y Fiona llegan a todo lo que da. Por eso mismo el ogro verde piensa cambiar de vida, pero vamos, qué papá no está dispuesto a sacrificar todo por sus hijos, aun a costa de perder su propia personalidad con tal de verlos felices.

5. Hecha en 3D, resulta espectacular ver al dragón volando, lo mismo que al batallón de brujas enmedio de la noche. Cualquiera recordará los temores de la niñez: cuando observábamos debajo de la cama para estar seguros de que no había ninguna escoba maligna escondida en las sombras de la noche.

6. Si alguien aún dudaba que Fiona es de armas tomar y con un carácter de los mil demonios, hay que verla en esta ocasión con las botas bien puestas y ágil en el uso de las armas.

7. ¿Alguien se puede imaginar al reino de “Muy, muy lejano” destruido como si un gran tornado hubiera pasado por encima de él? Pues bastan unos cuantos segundos para quedar convencidos de que sería desastroso para todo el mundo que gira alrededor de Shrek.

8. El muñeco de jenjibre es alguien que definitivamente tiene un cazador dentro de sí y, por una jugosa recompensa, iría contra todos los principios que se le han visto en las anteriores entregas fílmicas.

9. Tampoco puede dejarse de lado al Flautista de Hamelin, conocido en el bajo mundo por hinoptizar a roedores; esta vez son seres verdes de más de dos metros los que caen bajo su poder.

10. Las tres anteriores entregas se encuentran dentro de las primeras 100 películas que más han recaudado dinero en el mundo, en todos los tiempos. Shrek 2 se encuentra en el casillero 17; Shrek Tercero en el 27, y la original Shrek en el 92. ¿Qué suerte tendrá la última entrega?

4 de julio de 2010

'La saga Crepúsculo: Eclipse', sobre la pureza, la imprimación y otros absurdos

Jacob: ¿Ocurre algo?
Bella:
Unos vampiros quieren matarme.
Jacob:
Lo mismo de siempre.

Las risas fueron adueñándose de la sala poco a poco. Un buen número de las muchachas que habían entrado a ver “la película del año”, emocionadísimas, como si asistieran a un evento sin igual en sus vidas, no podían evitar el estupor y la burla ante lo que veían, y lo que se decía en la pantalla. Y no era para menos, aunque en realidad toda la película es para tomársela a cachondeo. La chica protagonista, Bella (Kristen Stewart), 18 años, se retuerce como gata en celo, por “consumar” la relación con su amado, Edward (Robert Pattinson), 100 años, vampiro. Cuando de los besos se va pasando al desnudo, él se detiene y pronuncia una frase que suena como un jarro de agua fría, tanto para Bella como para todas las fans que observaban embobadas la escena: “No hasta después del matrimonio”.

Que en una película que está destinada al público adolescente, y está destinada a arrasar en taquilla, logrando récords y cifras estratosféricas, cuyo merchandising inunda los centros comerciales, se haga semejante apología de la virginidad (la pureza) y el matrimonio, resulta cuanto menos sorprendente. Cabe señalar aquí que la autora de los libros en los que se basan las películas, Stephenie Meyer, pertenece a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones). Así que cuando su protagonista debe decidir entre quedarse con un chico frío (literalmente) y responsable que se contenta con admirarla, y otro musculoso, caluroso e impulsivo (Taylor Lautner) que se cree tan irresistible que no para de acosar y forzar a la chica a que lo ame, la cosa está bastante clara. Lo cierto es que entre lo malo y lo peor, Bella tampoco tiene mucho donde elegir.

Más de lo mismo…
“Todo comienza con una decisión“, dice el cartel. ‘Eclipse’ es la tercera entrega de una saga de cuatro capítulos (y cinco películas, el último libro se divide en dos), y tienen la desfachatez de hablar de comienzos. Y de decisiones, cuando la única que tiene que tomar Bella ya quedó clara en la primera película. Quiere dejar de ser humana para convertirse en vampira, como su amado. Lo pensó, lo dijo, lo exclamó, lo exigió, en la primera entrega. También en la segunda. Y ahora lo vuelve a repetir en la tercera. Así es, tres películas girando exactamente sobre lo mismo. A estas alturas, las tres adaptaciones de los libros de ‘Crepúsculo’ llevan recaudados más de 1.200 millones de dólares en todo el mundo. Y eso que la última se acaba de estrenar, todavía le queda un largo recorrido comercial.

No exagero en absoluto cuando digo que los que no vieron la segunda parte pueden ir a ver ‘Eclipse’ sin ningún problema, no se perdieron nada. ‘Luna nueva’ fue una absoluta pérdida de tiempo en la que no sucedió ningún hecho relevante, por lo que la tercera comienza donde prácticamente donde acabó la primera; nada ha cambiado para los protagonistas, los conflictos y los obstáculos siguen siendo los mismos, la supuesta gran decisión de Bella y unos malos que son extremadamente fáciles de derrotar. En ‘Eclipse’, Bella y los Cullen deberán hacer frente a una misteriosa horda de jóvenes vampiros (“néofitos” los llaman) liderada por un tal Riley (Xavier Samuel), un títere de alguien más poderoso cuya identidad se desconoce. Los Volturi, la realeza en el mundo chupasangre, se mantienen al margen mientras el cada vez más numeroso ejército se pone las botas y se encamina a Forks, con la intención de enfrentarse a Edward y compañía.

Con esa amenaza en el horizonte, resulta esencial la ayuda de los indios-lobos, aun cuando éstos son los enemigos ancestrales de los vampiros, a los que llaman los fríos (éstos a su vez podrían llamar a sus rivales “perrillos gigantes”, pero se lo callan). Jacob está tan desesperado por conseguir el amor de Bella (en realidad, Isabella) que decide apuntar a su clan de mutantes al combate, con la esperanza de que quizá todo acabe ahí (nuestro mismo deseo). Y así es como se reactiva el triángulo amoroso. Bella puede quedarse sin segundo plato, así que empieza a mirar a Jacob con otros ojos, siempre resistiendo la tentación de su cuerpo y prefiriendo aún seguir virgen, como desea el vampiro. Una escena en lo alto de un monte helado, ya en el último tramo del film, junta a los tres en poco espacio, pero aún así no se avanza nada; Edward admite que Jacob sería un mejor novio para la chica, pero todo sigue igual.

Y cuando digo todo, es que es todo. El comienzo del cuarto capítulo de la saga (‘Amanecer’) no será diferente del de la segunda, habiéndose producido tan pocos cambios en la historia y los personajes. Jacob pretende ser un joven Schwarzenegger, los lobos se llevan mejor con los vampiros, y poco más. Ahora bien, esta tercera entrega es más entretenida que la segunda, y más intensa que la primera, si bien no era muy complicado conseguirlo. Uno puede llegar a divertirse bastante con la cantidad de absurdos y despropósitos ideados por Meyer, la guionista Melissa Rosenberg y el director David Slade, un hombre que no hace mucho dijo que se pegaría un tiro antes de ver ‘Crepúsculo’ (luego aclaró que era una broma, una vez firmado el contrato con Summit Entertainment). Quizá se disparó realmente, porque ‘Eclipse’, ‘Luna nueva’ y ‘Crepúsculo’ parecen filmadas por la misma persona, aunque figuren los nombres de Slade, Paul Weitz y Catherine Hardwicke como realizadores.
... con un poco de oscuridad

El fichaje de Slade sólo parece tener sentido y estar justificado en los flashbacks y las escenas que implican a Riley, auténticos chispazos de tensión y tenebrismo que recuerdan inevitablemente a la fallida ’30 días de oscuridad’, el segundo largometraje del limitado realizador, que no supo sacar jugo del cómic de Steve Niles y Ben Templesmith. Tampoco le saca mucho partido Slade al tercer libro de esta saga, pero ocurren tantas cosas, y hay tantos personajes involucrados, que se consigue tapar el tedioso romance, y se pasan las dos horas con menos bostezos de los esperados. Los segmentos del pasado, los delirantes diálogos (“No es momento de ponerse a comparar tufos”) y las mareantes peleas consiguen aturdir lo suficiente como para no pensar en lo que se está viendo, y habiendo temido lo peor, resulta que ‘Eclipse’ es, con diferencia, la película menos mala de la saga.

Cabe destacar, entre los pocos aciertos del conjunto, el estupendo trabajo de fotografía de Javier Aguirresarobe y la efectiva banda sonora de Howard Shore. En cuanto al reparto, Pattinson sigue pareciéndome el más talentoso de los tres protagonistas, como he dicho en otras ocasiones, a ver si se deja de lado la saga y puede demostrarlo; Stewart no es más que una chica mona que sigue a rajatabla eso de que que hay que mirar a la cámara con cara de asco; Lautner también sigue a lo suyo, aportando únicamente un físico tan espectacular como ridículo (se supone que va sin camiseta durante muchos minutos porque al transformarse en lobo pierde la ropa, pero hay una chica-lobo que… sí, siempre lleva camiseta, ¡y sujetador!). Anna Kendrick, Catalina Sandina Moreno, Dakota Fanning y Bryce Dallas Howard también se pasean por el escenario y se les reserva algún momento, pero apenas tienen relevancia, sólo es más distracción para tapar las carencias argumentales y narrativas. Veremos qué nos tienen preparados para el final, del que se va a encargar Bill Condon.

26 de junio de 2010

“Kick-Ass”, o el problema de lo verosímil en el cine

¿Tiene una película que ser, estrictamente, “real”? ¿Qué es ser “real”, que algo sea “real” o “veraz” o “verosímil” — terminos que parecerían ir de la mano, pero que abrigan diferencias específicas a tener en cuenta cada uno de ellos — ya no solamente en cine, sino en cualquier producción simbólica, en cualquier producción artística? Es que hay un argumento constante a la hora de hablar de una película que no nos gustó, y es el clásico “no me pareció realista”, lo cual supone que casi todo lo que puede llegar a presentarse en la pantalla tiene que mantener, en un punto específico, una fuerte conexión con lo que se considera “real” en una determinada época para decir que algo estuvo bien o mal hecho. “Kick-Ass”, la reciente adaptación de la historieta de Mark Millar y John Romita Jr., filme dirigido por Matthew Vaughn, nos enfrenta al hecho de que lo verosímil en el cine dificilmente tenga que ver con lo real, o inclusive, con la codificación particular que lo verosímil tiene en un determinado momento.

¿Qué quiero decir con todo esto? Distingamos la terminología invocada. En primer lugar, y me vuelvo un poco lacaniano, lo “real” en sí es inaccesible, imposible de encontrar: como dice el psicoanalista francés, por inaccesible, lo real necesita de la mediación simbólica para poder ser conceptualizado, invocado, para poder ser efectivamente pensado.

Lo “veraz” es un término que podría muy bien formar parte del léxico judicial: un “testimonio veraz” es aquel que, desde la perspectiva de los participantes del proceso judicial, no incurre en lo falso, es auténtico en la medida en que se ajusta al discurso registrado de un hecho delictivo — el hecho en sí, lo “real”, no puede ser presentado desnudo, siempre tiene que estar atravesado, “vestido”, por diferentes declaraciones —. Lo “verosímil”, termino un poco más apropiado a un discurso ajeno al campo de lo judicial, aunque, claro está, no totalmente, es aquel tipo de discurso artístico, si se quiere, que no se distingue nítidamente de un discurso preocupado o cercano a los hechos — podríamos decir, a riesgo de exagerar los términos: un discurso de lo cotidiano, un discurso de lo práctico, un discurso descriptivo tanto de una acción como de una cosa, etc. —.

Creo que ahí está uno de los grandes temas de “Kick-Ass”, tanto de la historieta como de la película: la relación entre una producción simbólica y su ajuste con lo que en una determinada época se considera como el discurso de lo real — sabiendo, en primera instancia, que lo real en sí es inaccesible —. El trabajo de Millar y Romita Jr. siempre apuntó para ese lado: la historia de 8 entregas sacada por Marvel Icon vuelve una y otra vez sobre el problema de ser un superhéroe en la vida real, el peligro que lo real implica siempre: parafraseo a Jacques Lacan, pero en lo real siempre está la muerte, y Kick-Ass parece estar siempre a punto de morir luego de sus respectivas incursiones al terruño de lo real. Por eso el personaje alado que abre la película es un armenio loco: retengamos lo segundo, no tanto lo primero, está “loco” porque mezcla los registros, porque quiere llevar al plano de lo real lo que sólo puede darse en el campo de lo imaginario y de lo simbólico.

Además, no olvidemos la particular intervención de esta narración en el campo de las historietas: “Kick-Ass” pretende ser un meta-discurso sobre las historietas, en la medida en que se encarga de retratar las codificaciones de un género por llevarlas al alucinado extremo de la aplicación en lo real, o sea, es una parodia de las historietas, tal como el Quijote era una parodia del género de Caballería medieval por hacer que su protagonista se creyera estar sumergido en el mundo de sus personajes predilectos, casi lo mismo que pasa con Dave, tal el nombre del protagonista de la citada historieta y película. Con esto no estoy elevando el trabajo de Millar y Romita Jr. o de Vaughn a la altura de un clásico de la Literatura Universal ni mucho menos, sólo estoy destacando que lo que hacen es recurrir a un procedimiento típico de cualquer narración, que es parodiar un género a partir de esta mezcla de registros, algo así como demostrar por el absurdo.

Lo que en la película no resulta tan coherente como en la historieta es precisamente esta funcionamiento paródico de la narración: si bien conserva muchos elementos centrales, hay otros que los deja olvidados y los reemplaza con elementos propios de la codificación del cine norteamericano que suele postularse como “historia con final feliz”: las dos grandes omisiones o reemplazos, a mi juicio, tienen que ver con la resolución del conflicto amoroso del protagonista — hay mucho distancia entre lo que plantea la historieta y lo que se ve en la película — y con la historia particular de Big Daddy, la cual cobra muchísimo más sentido y tiene mucha más fuerza en la historieta.

Pero claro, no dejemos de destacar que la intención de los historietistas mismos es presentar una aventura que no ahorre en violencia extrema, pero ya como parte de una codificación particular: sería lo mismo que le podríamos criticar a “Preacher”, del amigo de Millar Garth Ennis, en donde una de las propuestas efectivas era sencillamente contar una buena historia con muchas dosis de violencia para que el lector la pase bien: podemos criticar estas pretenciones desde diversos ángulos posibles, pero la violencia sigue siendo un recurso, no el meollo de la historia, y hay que distinguir bien cuando un recurso se convierte en el centro del trabajo y cuando está a disposición de una narración…

Recurrir a una estrategia que termina dominando una determinada producción suele ser a veces un error de un neófito en cualquier práctica cultural o, a veces, algo que no nos deja ver que no se está contando estrictamente nada — a mi juicio, “Irreversible” (2002) es un buen ejemplo de una película en donde el procedimiento se come a la historia —.

4 de junio de 2010

Critica Legion de angeles

Llego el estreno de Legión de ángeles y no puede faltar la critica sobre esta gran porquería cinematográfica. No se pueden entender como hay directores que logran hacer esta basura, y lo peor de todo que copian películas clásicas para lograr algo. El director y guionista Scott Stewart es el responsable de todo.

Aquel hombre que se destaco en producciones como Blade Runner, Sin City o Piratas en el Caribe bajo la dirección de efectos especiales, ha realizado un largometraje que su único fin es copiar películas como Terminator, Temblores, Comandos o Matrix, algunas de las que se me viene a la cabeza. Señor, por favor no dirija nunca mas.

El guión casi no existe, los efectos especiales terminan generando escenas de peleas muy rápidas y hasta confusas. Los Ángeles que voladores no existen, y menos edificios destruyéndose. Lo único bueno es el ritmo del film, pero hasta ahí nomás por que en momento se hacer larguísima. Dennis Quaid, fue lo mas destacable, su interpretación cumple dentro de la gran basura de este año.

12 de mayo de 2010

Cine: Robin Hood, critica de una gran película

Robin Hood, critica de una gran película del director de cine Ridley Scott, del cual se nota su mano, su manera de rodar, su estilo más personal en esta nueva aventura.

Podríamos imaginarnos al ir a ver la película de Robin Hood que vamos a ver una película mas, algo que hemos visto millones de veces, pero no, no es así, estamos en una historia en parte nueva con una manera de rodar diferentes, con unos símbolos ideológicos bastante fuertes.

Un Robin Hood (Russell Crowe) que es un hombre de honor, y palabra que incluso tiene el valor de decirle las cosas claras a su propio Rey. Robin ha tenido el privilegio de inaugurar el festival de Cannes, un clásico festival que abre sus puertas con la mejor película de lo que va de año, una aventura nueva que traerá muchos éxitos y premios en un futuro cercano.

Este 2010 hemos visto películas de éxito de taquilla como es el caso de Iron Man 2 o Alicia en el país de las maravillas pero no sé porque pero esta película es totalmente diferente. Ridley Scott nos trae una leyenda diferente, una manera de contárnosla diferente, un protagonista que recupera el look que en su día le llevo a lo más alto.

Podemos ver un Robin sentimental, compañero, leal a su país, un hombre capaz de unir un país y comandar un ejército de la época. El amor es algo que no faltara en su vida, una guapa Cate Blanchett es la afortunada en este caso, dando vida a la viuda Lady Marian.

Una joven terrateniente quien posee unas tierras en propiedad y debe ver como los tributos del rey terminan con sus bienes, cada vez más escasos, una joven que vive en la compañía de su anciano padre.

En definitiva estamos ante un cambio radical entre los Robin Hood que hemos visto hasta la fecha y la nueva versión, un cambio parecido si lo comparamos con el que en su día dio Jason Bourne con sus películas frente a las anticuadas James Bond el agente 007.

Robin Hood es una película que deberíamos ver la mayoría, una película muy recomendada.

24 de abril de 2010

'Alicia en el país de las maravillas', cuando Tim Burton plagió a Spielberg

‘Alicia en el país de las maravillas’ (‘Alice in Wonderland’, Tim Burton, 2010) señalaba el autor el paralelismo que existe entre dicho film y ‘Hook’ (id, Steven Spielberg, 1991) por cuanto ambas cogen un clásico de Disney, a su vez basados en obras famosas de Lewis Carroll y J.M. Barrie, y les aplican un tratamiento más adulto al de la obra original. Cuando estaba viendo la película no podía dar crédito a que ésta es casi punto por punto el film del Rey Midas pasado por el filtro de un director que con sus dos últimas películas ha bajado el listón de forma alarmante. Con esto no quiero decir que la última obra de Tim Burton me haya parecido un pestiño, pero desde luego no estamos ante el autor que nos regaló maravillas como ‘Eduardo manostijeras’ (‘Edward Scissorhands’, 1990), ‘Ed Wood’ (id, 1994) o ‘Big Fish’ (id, 2003).

Afortunadamente tampoco estamos ante un bodrio del calibre de ‘El planeta de los simios’ (‘Planet of the Apes’, 2001), pero casi hubiera preferido salir del cine con la sensación de haber visto una solemne tontería y no lamentarme por lo que pudo haber sido y no fue. Curiosamente se trata del film más taquillero de Burton, mientras que el de Spielberg —infinitamente superior— permanece como uno de los menos rentables en la carrera del director de ‘E.T.’, una prueba quizá de que los gustos del público han cambiado irremediablemente.

‘Alicia en el país de las marvillas’ toma como base no sólo la obra homónima de Lewis Carroll, sino también la que está considerada como su continuación —a pesar de que en ella no se hace referencia al libro anterior en ningún momento—, ‘A través del espejo y lo que Alicia encontró allí’, y lo adapta a estos tiempos de falta de sutileza y exceso de lo grueso y tosco. Linda Wooveltorn, guionista que parece estar en la nómina de la Disney —ha participado en los libretos de ‘La bella y la bestia’, ‘El rey león’ y ‘Mulan‘— actualiza una historia que en realidad no tiene edad. Junto a Tim Burton, el mayor artífice del film, sucumben a las demandas de un público que con los años se ha vuelto menos exigente y mucho más fácil de contentar.

Hoy en día lo mejor que puede hacer una cineasta, si quiere tener éxito, es poner en imágenes con todo lujo de medios una historia fácilmente entendible y llenarla de todo un collage de secuencias impactantes que dejen boquiabierto al adolescente de turno. Pero esto no supondría problema alguno si al menos se narrase con fuerza, tratando de transmitir una cosa que se llama emoción. Esto es precisamente todo lo que le falta a una película como ‘Alicia en el país de las maravillas’, desprovista ya no sólo de la magia que la historia necesita —y que sí posee el film de animación de 1951—, sino de todo atisbo de emoción. Los impresionantes efectos visuales del film, repito, impresionantes, se quedan en nada precisamente porque el espectador —al menos el que esto suscribe— no siente absolutamente nada cuando ve un excelente gato que se evapora, dos encantadores hermanos gemelos —lo más cercano al universo Burton que conocemos—, una pérfida Reina o un dragón al que hay que liquidar. Perfección técnica sin alma.

Pero nada de eso tiene importancia al lado del plagio cometido en su guión, que retoma el film mencionado de Spielberg, e intenta adaptarlo al estilo de un director que ha demostrado que puede hacerlo mucho mejor pero que esta vez no le ha dado la gana. Supongo que por una única y muy válida razón: los cheques de la Disney dan para vivir a cuerpo de Rey durante un buen período de tiempo Esta bajada de pantalones por parte de Burton causa vergüenza ajena cuando el ‘Hook’ de 1991 asalta nuestra mente en el visionado. En aquélla, Spielberg se tomaba su tiempo al principio para crear cierta atmósfera irreal y de cuento; Peter Pan era ya un padre de familia con responsabilidades que le ahogaban y le hacían olvidar lo verdaderamente importante. Burton lo narra en muy poco tiempo de forma atropellada presentándonos a una Alicia cuya mano será pedida en matrimonio por un inútil de mucho cuidado. No hay interés, no hay conflicto, sólo es un prólogo resuelto con mediocridad para dar paso al país de las maravillas.

Al igual que en ‘Hook’, Alicia no recuerda nada de su visita anterior al mágico mundo en el que se encuentra y al que parece pertenecer por derecho propio. Pero allí, en compañía de sus nuevos/viejos amigos recordará todo aquello que es importante y verdadero, y hasta Burton tendrá la desfachatez de sugerir una historia de amor entre El Sombrerero (Johnny Depp) y Alicia (insoportable Mia Wasikowska) que recuerda a la de Campanilla y Peter Pan, casi con la misma despedida y todo. Pero aún hay más; ‘Alicia en el país de las maravillas’ no renuncia a mostrar momentos ridículos que dan ganas de salir de la sala de cine para no volver nunca más. Si en el film de Spielberg teníamos que aguantar memeces como la de la cancha de baloncesto, aquí tenemos que mirar con nuestros pobre ojos un baile de breakdance que no sólo es mortal para la inteligencia de cualquier ser viviente, sino que además infiere instintos asesinos. El cine no puede caer tan bajo, por Dios. Que su parte final parezca sacado de algún descarte de la trilogía del anillo de Peter Jackson responde más a la actual moda de cierto tipo de cine y que aquí resulta forzado y fuera de lugar.

Voy a defender toda la parafernalia visual del señor Burton y el hecho de que algunos de los personajes secundarios parecen creados por él, una prueba de la asimilación por parte del director de una historia más oscura de lo que siempre se dijo y en la que Burton no llega a penetrar del todo. Una pena que personajes más importantes estén semitrazados o simplemente carezcan de personalidad. También voy a defender a Johnny Depp, muy criticado por su papel de El Sombrerero. Creo que es el mejor de todo el reparto, logrando entender un personaje difícil y demostrando una vez más que su relación con Burton es de las mejores que ha dado el cine reciente. Que como castigo tengamos que sobrevivir a esa bochornosa secuencia del baile es un precio demasiado alto, pero así están las cosas en el actual cine comercial.

Muchos atacan ‘Hook’ —película que posee una primera media hora absolutamente magistral—, pero comparen el trabajo de Spielberg con el de Burton. El que no vea que el cine ha cambiado a peor es que está ciego.

3 de abril de 2010

'Cómo entrenar a tu dragón': vistosa y divertida aventura vikinga en 3-D

Tras haber visto, poco tiempo atrás, otra de película animación sobre dragones, había descartado acercarme a ‘Cómo entrenar a tu dragón’ (‘How to train your dragon’), por si los contenidos de ambas se mostraban tan repetitivos como sus títulos. Sin embargo, la insistencia de algunos lectores me animó finalmente a ver esta adaptación de la novela de Cressida Cowell que efectúan Chris Sanders y Dean DeBlois (‘Lilo & Stitch’, 2002), para Dreamworks. Efectivamente, sin ser una de las obras maestras que suelen crean Pixar o Ghibli, es muy satisfactoria.

Esta aventura, que puede verse en 3D, cuenta con espectaculares imágenes animadas, entre las que destacan los paisajes de las islas nórdicas y los diseños de los —casi siempre coloridos — dragones. La animación del agua, que es el elemento más difícil de reproducir, está muy conseguida, así como la de algunas texturas, léanse las barbas de los vikingos o el fuego de las explosiones. La tercera dimensión, para quien quiera pagar el extra de las gafas, supone una aportación simpática, que hará más emocionantes o bellas algunas de las escenas, como el viaje por las escamas del gran dragón o la caída de la ceniza.